Audio Onda Cero, 16 de febrero de 2022
No, no lo escribí ayer, acabo de leer un texto que escribí, y me fue publicado, el 16 de febrero de 2003 en el Diario La Opinión de Murcia. Hoy hace 19 años desde que fuese publicado.
Su contenido no solo no está
desfasado sino que, desgraciadamente, es pura y dura actualidad.
Lo
ha sido durante todos los años, todas las décadas transitadas desde aquel
noviembre de 1975, momento en el que se abría un camino de esperanza para el
pueblo español. No fue posible concretar los básicos elementos necesarios para
una trayectoria común, conjunta, de la que todas y todos estuviésemos
orgullosos, qué va; y para colmo, esa anquilosada, en el tiempo, ciudadanía,
otorga su confianza a los portadores de las peores intenciones, devolviendo
nuestros designios futuros al pasado más oscuro y dramático de nuestra historia
reciente. Allá se las vayan, solía decir
mi padre cuando alguien tomaba el camino de en medio en una furibunda huida
hacia adelante vaciada de cordura. Por supuesto, allá se las vayan. Lo malo es
que, ese allá se las vayan, nos afecta a todas, nos afecta a todos.
No
es bueno engañarse, a las personas que otorgan su confianza a esos seres
humanos, las conocemos, todas y todos tenemos amigos, amigas, familiares,
conocidos, conocidas, que no dudan en confesar su rechazo por la ley de Memoria
Histórica, ley que está acarreando la recuperación de dignidad para los
familiares de miles de víctimas del franquismo; todas y todos tenemos amigos,
amigas, familiares, conocidos, conocidas, que titubean cuando de violencia de
género se habla, sobre todo si de estadísticas hombre-mujer se trata, poniendo
el dedo en la llaga, en su particular llaga, respecto de sus dudas a que se
hagan leyes específicas en las cuales la violencia del hombre hacia la mujer se
destaque especialmente; todas y todos tenemos amigos, amigas, familiares,
conocidos, conocidas, que se tragan cuantos bulos les llegan, sin despeinarse,
y con absoluta desfachatez, ponen en valor las mentiras que circulan,
reconociendo que son conscientes de las mismas al tiempo que las adecúan a sus
intereses personales, normalmente cargados de una tendenciosidad intencionada;
las conocemos, amigos, amigas, familiares, conocidos, conocidas,
condescendientes con ese pasado doloroso, triste, de muerte y sufrimiento,
pero, que, como ellos lo vivieron sin sobresalto alguno, no tienen
inconveniente en rememorarlo con nostalgia, triste y funesta nostalgia,
empalagosa nostalgia del dolor ajeno.
Todas
y todos tenemos amigos, amigas, familiares, conocidos, conocidas, que siempre
estuvieron ahí, y que ahora, vislumbran una manera de rebeldía estúpida carente
de toda lógica pero que lo viven con la emoción adolescente de hacer la gracia.
Pero, no les digas a la cara que contribuyen al progreso del fascismo, lo
negarán, te tacharán de histérico, son maestros en lanzar la piedra y dejar la
mano a buen recaudo. Entre tanto, los fascistas, esos sí, reconocidos y
orgullosos de ello, continúan avanzando mientras los chascarrillos desternillan
a las hienas.
Santos López Giménez
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