miércoles, 20 de mayo de 2020

Los sanitarios siguen en pie


           El proceso fue lento, al tiempo que vertiginoso. En pocas semanas, aquellos ecos de confinamientos orientales, tomaron cuerpo, nos atropellaron sin pedir permiso. Como criaturas desamparadas, la mayoría, desesperados, buscábamos motivos que justificasen todo. Una minoría, engendros de difícil adscripción humana, vieron en esa hecatombe la razón de ser de su existir.

            Frente a esa resumida constancia, de lo vivido en un primer momento, se desarrollaba un día a día jamás imaginado. Cuando más necesaria se hacía la tranquilidad y el sosiego, disponer de todo el tiempo del mundo, para una mayoría, generó escenarios de confusión, mentira y manipulación, que llevó a los especialistas en salud mental a aconsejar, a modo de terapia, aquello que nunca debió aconsejarse, apagar radio y televisión, si es que en tiempos post modernos apocalípticos esos medios tenían algún sentido.

            Resistiré, teletrabajo, confusión por las medidas adoptadas, aplausos a las 8 de la tarde, radio, cine, lecturas, grupos de whatsapp donde perderse, buscando a los amigos, y a veces, perder el norte, soltando lastre. La continuación ha sido monótona, la ha presidido el miedo, aunque no faltan especialistas que no lo recomienden. Con calzador, pero entró, se hizo fuerte: qué complicado darle esquinazo, qué difícil naturalizarlo; cuando menos, incómodo, no deja margen a la concentración, acosa a la paz interior: atosiga, cansa, su presencia no ayuda en nada, pero es inevitable.

           Los no adscritos siguen, a marchamartillo, su insidiosa labor minadora. Cuando un día salgamos de esta situación infame, al leer los diarios de cada una de las jornadas vividas, la sensación será le de que estos engendros veían, en cada una de ellas, una oportunidad para hacer aquello que saben, el gamberro sin miramientos ni escrúpulos.

           Y hete aquí que, entre sus gamberradas, diarias y de toda índole, las más a mano de estas bandas, aquellas que tienen que ver con mensajes falsos, unos, per se, otros, por difundirse de forma anónima, condicionando la voluntad de miles de ciudadanos que ni siquiera saben a quién pertenece el perverso mensaje de turno.

          Un ejemplo reciente de su modus operandi, ha sido la difusión mediante whatsapp de un mensaje anónimo que, articulando una cierta, entrecomillada, argumentación lógica, invitaba a despedir los aplausos a los sanitarios, a las 8 de la tarde del domingo pasado;  mensaje que llevó a las Mareas Blancas, que tanto han luchado, desde hace años, a emitir una nota de prensa animando a la población a no desistir en ese bonito gesto de cada tarde. Pues bien, para nuestra desgracia, para la desgracia social amplia, mediante un mensaje anónimo, muchas personas, a las que se les supone un cierto grado de intelecto, despreciando la llamada de las Mareas Blancas, cuyo anhelo es el de mantener una Sanidad Pública digna en beneficio de toda la población española, hicieron caso al anónimo pensando que esa era la opción válida.

Los aplausos no han terminado, porque la labor de los sanitarios sigue en pie, y más viva que nunca, para acabar con esta pesadilla; sin ellos, qué duda cabe, todo nos estaría yendo mucho peor.

Santos López Giménez