jueves, 16 de diciembre de 2021

Mis respetos, Verónica

 Audio Onda Cero Noroeste, 15 diciembre 2021

Buenas tardes, Julio

Hace dos semanas comparecía uno en este espacio de opinión para recordar a Almudena Grandes. Un cáncer acabó con su vida.

Hoy lo hago recordando a Verónica Forqué, encontrada muerta en su casa el pasado lunes. Cuando escribo, la posibilidad del suicidio convierte su muerte en mucho más que la pérdida de una excelente actriz y persona.

Tanto su carrera como su compromiso social están fuera de toda duda, de ahí que su final, si Verónica pudiera opinar, puede y debe llevarnos a reflexionar sobre unos datos alarmantes respecto del número de suicidios que en España ha alcanzado un dramático y triste record con 3941 fallecimientos en 2020, un 7,4 % más que en 2019.

Cuando trataba uno de documentarse, encontré un dato realmente escalofriante: España no cuenta con un plan de prevención del suicidio. Para una mayoría, este dato, no resulta ni alarmante, ni, mucho menos, escalofriante. El neoliberalismo económico, de cuyo negociado propagandístico, amén del institucional, allí donde su representación política les da para ello, se encargan los grupos políticos de la derecha y la ultraderecha, va asentándose a un ritmo que bien podríamos definir como de lluvia fina, y el efecto de sedación social, a modo de corrosivos efectos en las mentes individuales, es imparable.

Fácil de entender si consideramos que cuando, el pasado mes de marzo, el diputado Íñigo Errejón, mostraba su preocupación por asuntos relacionados con la salud mental en España, en concreto proponiendo un plan de salud mental, un diputado del partido popular, Carmelo Romero, partido que ha alternado responsabilidades de gobierno en nuestro país, durante los últimos 25 años, no tuvo otra ocurrencia que mofarse de ese interés de Errejón con un “vete al médico”; si bien después pidió disculpas, sin embargo, entre sus votantes, ocurrencias como esa suelen ser aplaudidas. Lo cual, qué duda cabe, no deja margen para la esperanza, si no fuera porque, como suele ocurrir, cuando las voces del parlamento no dan respuesta a sangrantes carencias sociales, la sociedad civil reacciona tímidamente, llegando algunas veces, a pesar de la sedación, a conseguir lo impensable.

Por ello, más allá de lo que podamos esperar del poder legislativo, ante todo, conviene focalizarnos tratando de buscar las claves de una estadística tan real y cruel a un tiempo. La periferia iguala a todos quienes la poblamos, provengamos de donde provengamos. Las bofetadas te llegan de todas partes: convirtiéndonos en comodines de altaneros y prepotentes que, a falta de enemigos que llevarse a la cara, siempre encontrarán carne de cañón para ellos. La mayoría prefiere no percatarse de que el cinismo y la hipocresía chapotean aquí y allá. Somos incapaces de percibir que por la periferia transitamos todos en algún momento de nuestras vidas, algunas estancias se prolongan en exceso.

Lo cual, me trae a la memoria la obra de Antonio Muñoz Molina, Sefarad, en la que nos ofrecía un muestrario de seres humanos indefensos que, de la noche a la mañana, veían como sus vidas se encaminaban, irremisiblemente, hacia el abismo. Seres que, en un momento dado, comprendieron que la solidaridad se desvanecía en su entorno y que un destino trágico les aguardaba, sin que nadie, ni vecinos, ni amigos, ni compañeros, ni conocidos, moviesen un dedo por desviar ese lamentable final.

Mis respetos, Verónica.


Santos López Giménez




miércoles, 1 de diciembre de 2021

Que tu nombre no se borre de la Historia, Almudena.

 Audio Onda Cero Noroeste, 1 de diciembre de 2021

Bien es cierto que nos avisó, no es menos cierto que nos pilló desprevenidos. El pasado sábado, 27 de noviembre, Almudena Grandes nos dejaba, nos privaba de su presencia física; no así de su obra, de los textos que su obra encierran y de la que hemos de estar eternamente agradecidas, agradecidos.

En Inés y la alegría, en sus páginas centrales, Almudena Grandes, relata un episodio que podríamos considerar una metáfora de la Historia de nuestro pueblo, el pueblo español. Según dicho relato, en una de las avanzadillas del ejército de la Unión Nacional que, a través del Valle de Arán, en el otoño de 1944, intentaron restablecer el orden constitucional y de libertad para España, se dieron de bruces con un grupo de prisioneros republicanos condenados a trabajos forzosos y custodiados por soldados del ejército franquista, los cuales ante el discurso libertario que un oficial de la Unión Nacional les estaba enunciando no tuvieron otra ocurrencia que la de salir en desbandada, huyendo, hacia los bosques cercanos. Uno de los personajes, Galán, lamentaba lo ocurrido:


- Esos eran los nuestros, de los nuestros. Esos eran los que no nos habían vitoreado, los que no habían dejado escapar ningún suspiro, ningún grito de júbilo, ni una sola palabra de alivio, los que no habían celebrado su libertad antes de escapar a toda prisa de nosotros. Esos eran los nuestros, los que huían de los suyos, nosotros, los hombres que los habían liberado, los que habían cruzado la frontera para derrocar al tirano que los mantenía presos, cautivos, condenados a trabajos forzados por haber luchado una vez a nuestro lado. Preferían ese cautiverio a la libertad que les habíamos ofrecido, la libertad de volver a luchar, con las armas en la mano, por su propio futuro, por el futuro de sus hijos...


- Es que estás equivocado, Galán..., Lo que te ha pasado no es tan raro, porque aquí nadie vive en paz. No estamos en un país pacificado, sino en un país ocupado. Hasta que no entiendas eso, no entenderás...

España está llena de gente como yo, Galán. Gente que habría dado cualquier cosa, media vida, por salir de aquí en el 39, y que tuvo que quedarse para abarrotar las cárceles, para escuchar sus sentencias de muerte, para dormir durante treinta años en una baldosa y media de suelo sucio, con el cuerpo lleno de heridas gangrenadas, comidas por la sarna. ¿Y cómo quieres que estén? Pues muertos de miedo, claro. ¿Cómo no van a tener miedo, si les han pegado tanto que ya no se acuerdan ni de quiénes son? Pero otros están de pie, siguen estando de pie y os están esperando… Yo os he estado esperando durante cinco años, así que a mí no me preguntes para qué has venido. Si no lo sabes, lo mejor que puedes hacer es volver.

Era la respuesta de Inés a Galán, tras la enorme frustración, la gran desolación, que el episodio le había generado.

Y cuando la obra está tocando a su fin, años más tarde, en la cronología de la historia contada, Galán reflexiona como sigue:

- Hemos hecho muchas cosas mal, pero también hemos hecho muchas cosas bien, ¿y sabes por qué? Porque nunca nos hemos estado quietos. Hemos hecho muchísimas cosas, y hemos tenido que hacerlas solos, sin la ayuda de nadie. Los únicos que no han hecho nada mal, son los que no han hecho nada, porque esa es la única manera de no equivocarse. Yo nunca me arrepentiré de ser comunista.

Hasta siempre, Almudena.


Santos López Giménez