Audio Onda Cero Noroeste, 15 diciembre 2021
Buenas
tardes, Julio
Hace dos
semanas comparecía uno en este espacio de opinión para recordar a Almudena
Grandes. Un cáncer acabó con su vida.
Hoy lo hago
recordando a Verónica Forqué, encontrada muerta en su casa el pasado lunes.
Cuando escribo, la posibilidad del suicidio convierte su muerte en mucho más
que la pérdida de una excelente actriz y persona.
Tanto su
carrera como su compromiso social están fuera de toda duda, de ahí que su
final, si Verónica pudiera opinar, puede y debe llevarnos a reflexionar sobre
unos datos alarmantes respecto del número de suicidios que en España ha
alcanzado un dramático y triste record con 3941 fallecimientos en 2020, un 7,4
% más que en 2019.
Cuando trataba
uno de documentarse, encontré un dato realmente escalofriante: España no cuenta
con un plan de prevención del suicidio. Para una mayoría, este dato, no resulta
ni alarmante, ni, mucho menos, escalofriante. El neoliberalismo económico, de
cuyo negociado propagandístico, amén del institucional, allí donde su
representación política les da para ello, se encargan los grupos políticos de
la derecha y la ultraderecha, va asentándose a un ritmo que bien podríamos
definir como de lluvia fina, y el efecto
de sedación social, a modo de corrosivos efectos en las mentes
individuales, es imparable.
Fácil de
entender si consideramos que cuando, el pasado mes de marzo, el diputado Íñigo
Errejón, mostraba su preocupación por asuntos relacionados con la salud mental en
España, en concreto proponiendo un plan de salud mental, un diputado del
partido popular, Carmelo Romero, partido que ha alternado responsabilidades de
gobierno en nuestro país, durante los últimos 25 años, no tuvo otra ocurrencia
que mofarse de ese interés de Errejón con un “vete al médico”; si bien después
pidió disculpas, sin embargo, entre sus votantes, ocurrencias como esa suelen
ser aplaudidas. Lo cual, qué duda cabe, no deja margen para la esperanza, si no
fuera porque, como suele ocurrir, cuando las voces del parlamento no dan
respuesta a sangrantes carencias sociales, la sociedad civil reacciona
tímidamente, llegando algunas veces, a pesar de la sedación, a conseguir lo
impensable.
Por ello,
más allá de lo que podamos esperar del poder legislativo, ante todo, conviene
focalizarnos tratando de buscar las claves de una estadística tan real y cruel
a un tiempo. La periferia iguala a todos quienes la poblamos, provengamos de
donde provengamos. Las bofetadas te llegan de todas partes: convirtiéndonos en
comodines de altaneros y prepotentes que, a falta de enemigos que llevarse a la
cara, siempre encontrarán carne de cañón para ellos. La mayoría prefiere no
percatarse de que el cinismo y la hipocresía chapotean aquí y allá. Somos
incapaces de percibir que por la periferia transitamos todos en algún momento
de nuestras vidas, algunas estancias se prolongan en exceso.
Lo cual, me
trae a la memoria la obra de Antonio Muñoz Molina, Sefarad, en la que nos
ofrecía un muestrario de seres humanos indefensos que, de la noche a la mañana,
veían como sus vidas se encaminaban, irremisiblemente, hacia el abismo. Seres
que, en un momento dado, comprendieron que la solidaridad se desvanecía en su
entorno y que un destino trágico les aguardaba, sin que nadie, ni vecinos, ni
amigos, ni compañeros, ni conocidos, moviesen un dedo por desviar ese
lamentable final.
Mis
respetos, Verónica.
Santos López Giménez