miércoles, 31 de julio de 2019

"La guerra del abuelo" (Pablo Casado, dixit)

Hay veces en las que trata uno de escribir, intentando extractar aspectos de la cotidianidad, buscando conexiones de ésta con hechos trascendentales, y encuentra una amalgama indefinida, hilada por una fina brizna común a todos ellos, en la que aparecen elementos que la definen y consolidan convirtiéndola en el cemento que aúna los intereses más perversos que los poderes reales trabajan para que jamás decaigan sus bastardas propiedades.

Cuando a comienzos de los ochenta asomaba uno, con cierto retraso, por edad y la consiguiente generación de la que formo parte, a los entresijos que la Historia reciente de España nos permitía ver, ya escuchaba voces que nos hablaban de lo muy alejados que quedaban los momentos más tristes y oscuros que nuestro país viviese en el siglo XX. Quiero pensar que mi bisoñez dejaba que el discurso me afectase; sin embargo, jamás dejé que impusiese su infame ley arrumbando el anhelo que toda persona bien nacida debería de tener para con sus semejantes.

Aquel momento era de una importancia vital para el futuro de nuestro país, la fanfarria del PSOE sonaba de modo estridente, a modo de apisonadora, canto de sirena que obnubiló a los más ingenuos del momento, entre los cuales me hallo. Políticas de progreso, voceaban; la Izquierda sería el timonel que colmaría nuestras esperanzas de futuro, afirmaban; se autoproclamaban como la Izquierda, y rizando el rizo, uno asumía como algo consustancial, a aquel momento, la aniquilación que del PCE se llevaría a cabo: por referirme al grupo político que, sin ninguna duda, desde el exilio, combatió sin descanso a las huestes franquistas, y a toda la retahíla de agravios que el infame régimen dejó en nuestro país.

Pasan tres años, desde el 82, y nos topamos con la prematura, y definitiva, caída de la venda, cuando se dejan la piel de cordero en el intento, logrando meter a España en la OTAN, con su líder a la cabeza, Felipe González, en una de las más humillantes afrentas que nuestra ciudadanía haya vivido; si bien, la trama criminal de los GAL quedaba en la sucia senda de la trayectoria socialista, por llegar estaban las más recientes, las que han apuntillado su inmoral proceder, cuando la Constitución, insalvable para que un pueblo defina su futuro, pero no para salvar al poder económico de sus latrocinios continuados, fuera modificada, convirtiendo el pago de una deuda, ajena al pueblo, en prioritario, frente a la posibilidad de seguir apostando por políticas de carácter social que cubriesen los estratos más débiles de nuestra sociedad.

Un cúmulo de despropósitos, bastantes de ellos, consecuencia de la delincuencia institucional que el entramado del momento organizó alrededor de los diferentes gobiernos socialistas de la época, nos llevaron a la ineludible e infausta fase de los gobiernos de Aznar. Entre delincuencias manifiestas, de carácter criminal y material, en tiempos del alias Isidoro, y la genocida a la que el personaje, Aznar, nos condujese a comienzos de los 2000, así como los posteriores, nada novedosos, asuntos relacionados con la corrupción institucional, de la que seguimos aún bajo su asquerosa estela, el hecho es que el tiempo transcurría impasible a los intentos de familias de asesinados y represaliados por el franquismo, sin que ningún elemento de ilusión apareciese en escena para descanso de cientos de miles de ellas.

En 2004, tras la peor situación de engaño colectivo, por parte de un gobierno, el de Aznar, depués de los atentados de Madrid, Zapatero y su partido alcanzan el gobierno de España. Para entonces, grupos organizados de familiares de víctimas del franquismo, habían abierto un camino que parecía insalvable, que haría por fin Justicia, en el sentido más humano de la palabra, poniendo blanco sobre negro la reparación de la Dignidad y la Memoria de todas ellas. Al tiempo que, de modo operativo, se iniciaba, muy lentamente, la consecución, por vía judicial, de la exhumación, en cunetas y fosas comunes, de los cuerpos de asesinados durante las casi cuatro décadas en las que el fascismo sometiese, humillase y ultrajase al conjunto del pueblo español. A Zapatero y a su grupo, no les queda otra alternativa que la de retomar esa anhelada reivindicación, y en diciembre de 2007 sale adelante la Ley de Memoria Histórica.

Han pasado 12 años y, si bien ese logro colocaba el sufrimiento de víctimas y familiares en un digno primer plano, sin embargo, el desarrollo de la misma sigue chocando frontalmente con las fuerzas socio políticas que durante estas siguientes cuatro décadas, tras la muerte del Genocida Dictador, han pugnado para que nada de aquello pudiera trascender y menos ser objeto de decisiones judiciales que les pudiesen salpicar, dada su afinidad ideológica y de herencia familiar que, en la mayoría de casos, les contempla.

En esa línea histórica del PSOE, mediante la cual, cada cierto tiempo, se saca un gesto de la manga para tratar de representar aquello en lo que jamás creyeron, de manera indubitable, Pedro Sánchez, casi sin venir a cuento, al menos desde la perspectiva de prioridades que la Ley de Memoria Histórica pudiera entrañar, establece que al Dictador hay que exhumarlo del mausoleo que construyese con el sufrimiento y, muchas veces, la vida de presos políticos, para regocijo del asesino y su régimen. En ello están, las trabas las de siempre, la Iglesia y grupos fascistas campan a sus anchas e impiden que se repare esa anomalía de la Historia.

En 2004, en un homenaje que se les hiciese a los republicanos y republicanas que lucharon por nuestra Libertad, en Rivas-Vaciamadrid, cuando a Lluís Llach le llegase su turno para cantar su famosa L´Estaca, les decía a las personas allí congregadas, en su mayoría, personas mayores, todas ellas luchadoras antifranquistas, republicanos y republicanas represaliadas: "...a los republicanos y republicanas, que vienen de lejos, pedirles perdón porque llegamos muy tarde, muy muy tarde"

       No era tarde, menos ahora: la sensibilidad y el amor de nietas, nietos, bisnietas y bisnietos, sale a relucir y, a la permanente vigilia de las familias, que jamás cejaron, porque el dolor superaba la barrera de la desesperación y el abandono, se une este soplo de aire fresco y ternura, mucha ternura, con la que el inmediato futuro hemos de afrontarlo, más allá del peligro cierto que la ultraderecha ha introducido en nuestro país. Rozalén, la compositora y cantautora de Letur, pueblo de la sierra del Segura, en Albacete, es fiel exponente de esta inesperada generación que, frente a la desidia generalizada de nuestro pueblo, de nuestros representantes políticos, alzan la voz, y ponen su arte a disposición de la Memoria de sus antepasados, apuntalando las pocas esperanzas que sus aún vivos abuelos, abuelas, madres y padres, pudieran seguir manteniendo en esa desigual lucha histórica que fenecía, con una insolencia sin par en el planeta, con el consentimiento activo de la clase política española.


Memorables, por lo asqueroso e irrespetuoso del insulto, las palabras de Pablo Casado, supuesto líder actual de la oposición parlamentaria, cuando, en 2008, para desprestigiar y minimizar esa incruenta lucha por la Dignidad de miles de familias españolas, decía en uno de sus mítines: "Yo estoy convencido de que la inmensa mayoría de jóvenes son del PP pero aún no lo saben. ¡Si es que en pleno siglo XXI no puede estar de moda ser de izquierdas, pero si son unos carcas! Están todo el día con la guerra del abuelo, con las fosas de no se quién, con la memoria histórica".

Te maldigo, Pablo Casado, y maldigo a toda aquella persona que, haciéndose valer del dolor humano, verbaliza semejante atrocidad contra la Dignidad de sus conciudadanos y conciudadanas.

Santos López Giménez