A un funesto personaje. Como reza el encabezamiento: “hoy, el diario hablaba de ti”. José Antonio Fortes, te llamaban, en la entrevista a una de tus víctimas. Tu víctima de turno, Luis García Montero, sacaba a relucir, en una de sus respuestas, eso que tanto a ti te agrada exista a tu alrededor, el miedo. A Luis, has conseguido aburrirlo, hasta abandonar éste la Universidad de Granada. Durante años, sembraste de calumnias tus clases: calificaste de fascista a García Lorca; aliado del fascismo a Francisco Ayala; y, cuando Luis te respondió mediante un artículo en prensa, en el cual no hacía sino defender la libertad de expresión, incluida tu libertad de expresión, la punta del iceberg, de tus muchos años de inquina hacia Luis, salió a relucir llegando incluso a tratar con desprecio a su propia mujer, Almudena Grandes. Un juez de Granada ha decidido darte unas razones que ni tienes ni mereces. La cobardía te delata, tus ambientes suelen estar presididos de una atmósfera tóxica…
Pero, también hoy, en el diario, se hablaba de ti en impersonal; se hablaba de tus métodos conducentes al imperio del miedo, ese caldo de cultivo donde te gusta enfangarte y enfangar a los demás. Ahí, el diario, no aclaraba tu sexo, ni tu posición, abría un abanico amplio de posibilidades: desde cualesquiera de ellas, tú siempre tratabas de implantar esa cochina atmósfera: intoxicante, malévola, hipócrita, irrespirable. El diario, no te tachaba de imbécil, tampoco de inteligente, (nunca el concepto “inteligencia” debiera usarse para referirse a aquellas actitudes que buscan el sufrimiento ajeno), aceptaba tu habilidad para, desde posiciones, que no mereces, ni jamás debiste ocupar, implantar un clima de miedo a tu alrededor, jugando con los más sensibles valores de tus víctimas, incluidas, en ocasiones, sus necesidades básicas.
Funesto personaje, mil caras te contemplan: se te percibe cuando tus impertinencias y mentiras van dejando rastros nauseabundos, y cuando éstos provocan vómitos en tus víctimas. Espero y deseo que, si llegas a leer este mensaje, te sientas identificado, no creo que te resulte difícil, ya te digo, hoy, el diario hablaba de ti.
Pero, también hoy, en el diario, se hablaba de ti en impersonal; se hablaba de tus métodos conducentes al imperio del miedo, ese caldo de cultivo donde te gusta enfangarte y enfangar a los demás. Ahí, el diario, no aclaraba tu sexo, ni tu posición, abría un abanico amplio de posibilidades: desde cualesquiera de ellas, tú siempre tratabas de implantar esa cochina atmósfera: intoxicante, malévola, hipócrita, irrespirable. El diario, no te tachaba de imbécil, tampoco de inteligente, (nunca el concepto “inteligencia” debiera usarse para referirse a aquellas actitudes que buscan el sufrimiento ajeno), aceptaba tu habilidad para, desde posiciones, que no mereces, ni jamás debiste ocupar, implantar un clima de miedo a tu alrededor, jugando con los más sensibles valores de tus víctimas, incluidas, en ocasiones, sus necesidades básicas.
Funesto personaje, mil caras te contemplan: se te percibe cuando tus impertinencias y mentiras van dejando rastros nauseabundos, y cuando éstos provocan vómitos en tus víctimas. Espero y deseo que, si llegas a leer este mensaje, te sientas identificado, no creo que te resulte difícil, ya te digo, hoy, el diario hablaba de ti.
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