sábado, 31 de octubre de 2020

Indignarse, no es suficiente

"Apenas quedan dos días para que acabe el 2016.

Mi vida es como una montaña rusa. Nunca sé cómo va a ir.

Este año empezó mal. En mi antiguo instituto empecé a darme cuenta de que no era tan bonito como imaginaba. Vinieron muchos problemas.

En el instituto Ingeniero de la Cierva no tenía a nadie. Sólo me hablaban para insultarme. Empecé a odiarme a mí misma. 

Luego pude olvidar a gente que nunca debió estar en mi vida. Llegué a mi nuevo instituto y dos chicas maravillosas me acogieron. Yessi y Thais, os quiero. 

Pero llegó agosto. 29 de agosto, y todo fue oscuro.

Y no quiero acabar sin mencionar a mi familia, los cuales me apoyan y me aguantan día tras día. Os quiero.

Gracias a todos"

 


10 de enero de 2017, fecha trágica, una más, en la infame historia de los suicidios derivados de situaciones insostenibles a las que se ven abocadas algunas víctimas del acoso escolar.  

Viví en primera persona, es un modo de hablar, la noticia que aludía a Lucía, al motivo de su posible fatal decisión, condicionada por un acoso inmisericorde, y la carta que se le encontrase a Lucía después de su muerte.  

Escribí en mi blog tres días después de su muerte. Un hecho acaecido en un ámbito de carácter educativo, en el que trabajamos con alumnos y alumnas que precisan un apoyo extraescolar en contenidos competenciales, en Cehegín, me llevó a establecer una asociación de ideas, de cuyos dos últimos párrafos doy lectura:


Hago esta reflexión como consecuencia del desgraciado hecho acaecido en Murcia, según el cual, una niña de secundaria se haya podido suicidar, por el acoso de sus compañeros, y que, desde el Instituto donde estaba matriculada, sólo se les ocurriese otra cosa, a ellos y a la Administración Educativa Regional, que cambiarla de Centro.  

De qué vamos, alejamos a la víctima y nos lavamos las manos. Cuánta miseria hace falta para reaccionar frente a esa lacra de la única manera posible: actuando frente a los acosadores y generando programas educativos que prevengan e influyan determinantemente ante esa mísera afrenta global de la que padres, madres, profesorado y Administración, somos los primeros, únicos y grandes responsables”.


Nos podemos indignar sobremanera, la intensidad de la indignación no mide el pulso social de cómo se afronta el problema.

Son muchos los protocolos de actuación, generados en el tiempo, demasiados los formularios que se precisa cumplimentar, tanto desde la prevención como desde la actuación directa o indirecta de los casos que sobrevienen.

No por ello hemos de pensar que no sean necesarios, lo son, en tanto en cuanto se precisa articular medidas viables y eficaces desde las cuales afrontar cada una de las fases, comenzando, qué duda cabe, por la prevención. A lo que, sin duda, hay que añadir el carácter garantista de nuestras leyes que convierten las pautas a seguir en rutas cuyo tránsito ha de llevarse a cabo con pies de plomo.

Dejo dos interrogantes en el aire: ¿es el alejamiento de la víctima solución a tan deleznable problema?; y de otro lado: ¿cuántas resoluciones, ante casos afrontados desde los Centros Educativos, o, en su caso, desde las correspondientes Administraciones, incluida la de Justicia, se hacen públicos, a través de los medios, con la misma e intensa determinación con la que son tratadas las historias que han de vivir las víctimas?.

Santos López Giménez

Audio del escrito

Jarabe de palo, GRITA


pd: el texto es una reflexión que gira en torno a cómo la sociedad en su conjunto, y el sistema educativo, en particular, se ve inmerso en un problema de dimensiones grotescas, por lo trágico, contra el cual, hemos de intensificar todas y cada una de las herramientas de las que dispongamos para tal fin, la erradicación del acoso escolar.