Audio Onda Cero Noroeste, 1 de diciembre de 2021
Bien es
cierto que nos avisó, no es menos cierto que nos pilló desprevenidos. El pasado
sábado, 27 de noviembre, Almudena Grandes nos dejaba, nos privaba de su
presencia física; no así de su obra, de los textos que su obra encierran y de
la que hemos de estar eternamente agradecidas, agradecidos.
En Inés
y la alegría, en sus páginas centrales, Almudena Grandes, relata un episodio
que podríamos considerar una metáfora de la Historia de nuestro pueblo, el
pueblo español. Según dicho relato, en una de las avanzadillas del ejército de
la Unión Nacional que, a través del Valle de Arán, en el otoño de 1944,
intentaron restablecer el orden constitucional y de libertad para España, se
dieron de bruces con un grupo de prisioneros republicanos condenados a trabajos
forzosos y custodiados por soldados del ejército franquista, los cuales ante el
discurso libertario que un oficial de la Unión Nacional les estaba enunciando
no tuvieron otra ocurrencia que la de salir en desbandada, huyendo, hacia los
bosques cercanos. Uno de los personajes, Galán, lamentaba lo ocurrido:
- Esos eran los nuestros, de los nuestros. Esos eran los que no nos habían
vitoreado, los que no habían dejado escapar ningún suspiro, ningún grito de
júbilo, ni una sola palabra de alivio, los que no habían celebrado su libertad
antes de escapar a toda prisa de nosotros. Esos eran los nuestros, los que
huían de los suyos, nosotros, los hombres que los habían liberado, los que
habían cruzado la frontera para derrocar al tirano que los mantenía presos,
cautivos, condenados a trabajos forzados por haber luchado una vez a nuestro
lado. Preferían ese cautiverio a la libertad que les habíamos ofrecido, la
libertad de volver a luchar, con las armas en la mano, por su propio futuro,
por el futuro de sus hijos...
- Es que estás equivocado, Galán..., Lo que te ha pasado no es tan raro,
porque aquí nadie vive en paz. No estamos en un país pacificado, sino en un
país ocupado. Hasta que no entiendas eso, no entenderás...
España está
llena de gente como yo, Galán. Gente que habría dado cualquier cosa, media
vida, por salir de aquí en el 39, y que tuvo que quedarse para abarrotar las
cárceles, para escuchar sus sentencias de muerte, para dormir durante treinta
años en una baldosa y media de suelo sucio, con el cuerpo lleno de heridas
gangrenadas, comidas por la sarna. ¿Y cómo quieres que estén? Pues muertos de
miedo, claro. ¿Cómo no van a tener miedo, si les han pegado tanto que ya no se
acuerdan ni de quiénes son? Pero otros están de pie, siguen estando de pie y os
están esperando… Yo os he estado esperando durante cinco años, así que a mí no
me preguntes para qué has venido. Si no lo sabes, lo mejor que puedes hacer es
volver.
Era la
respuesta de Inés a Galán, tras la enorme frustración, la gran desolación, que
el episodio le había generado.
Y cuando la
obra está tocando a su fin, años más tarde, en la cronología de la historia
contada, Galán reflexiona como sigue:
- Hemos
hecho muchas cosas mal, pero también hemos hecho muchas cosas bien, ¿y sabes
por qué? Porque nunca nos hemos estado quietos. Hemos hecho muchísimas cosas, y
hemos tenido que hacerlas solos, sin la ayuda de nadie. Los únicos que no han
hecho nada mal, son los que no han hecho nada, porque esa es la única manera de
no equivocarse. Yo nunca me arrepentiré de ser comunista.
Hasta
siempre, Almudena.
Santos López Giménez