lunes, 10 de enero de 2011

Permitidme ser optimista

El día que un nuevo asesinato vuelva a golpearnos, ese día, aceptaré todos los reproches que mi reflexión os pueda provocar, pero hoy, como ser humano, ni tan siquiera como ciudadano, permitidme mostrar un ápice de optimismo.


Es obvio que personajes como los que aún no he nombrado no merecen el más mínimo respeto, pero no es menos cierto que, dado lo efímero de nuestra existencia, lo efímero de nuestro día a día, si un grupo de asesinos anuncia que no tienen intención de matar, aunque sólo fuese durante las próximas 24 horas, significa poder insuflar un chorro de aire fresco a modo de vida.


Los asesinos, en el ámbito geográfico desde el que planifican sus crímenes, constituyen una rémora de la que las gentes de aquellas hermosas tierras están deseando desprenderse. Son estas personas quienes con más fruición tomarán ese chorro de vida.


Por su parte, la rémora, los individuos que la encarnan, si es que alguna vez pudieron tener razón de existir, hace demasiado tiempo que dejaron de tenerla. Lo peor de la funesta historia que les acompaña, sin duda alguna, son ellos mismos; sin embargo, de una de las colateralidades sociales que han ocasionado, para regocijo de semejantes criaturas asesinas, la llamada Ley de Partidos sacó a relucir la caspa fascistoide de los autoproclamados "partidos democráticos".


Entiendo la enorme dificultad que entraña ilegalizar a un partido votado por nueve millones de ciudadanos, pero, en un marco de libertades públicas, debiera tener la misma consideración un partido al que votan 200.000 personas. Aún hoy sigo esperando la rectificación pública y el arrepentimiento del partido que llevó a España al borde del abismo convirtiéndonos en cómplices del genocidio de decenas de miles, por no hablar de millones, si consideramos el reguero de muerte posterior, de ciudadanos irakíes. Y qué decir de la trama organizada desde la judicatura española para ocultar los miles de crímenes y desapariciones, que el golpe de estado fascista, y su posterior singladura dictatorial, ocasionaron en España, y que cuenta con el consentimiento explícito de ese mismo partido. Por su parte, el otro "partido democrático", tuvo su particular San Martín con el despreciable asunto de los GAL, del que, si bien pudieran existir aspectos oscuros no desvelados, nada que ver con el cúmulo de atrocidades, encubrimientos y malas tretas de quienes pudieran volver a formar gobierno en España.


Por último, apelando a una simple cuestión de definición de conceptos, supuesto que implícitamente hablamos de terrorismo, entre las diferentes acepciones y sinónimos que busco, hallo elementos suficientes como para concluir que no parece este el momento más adecuado para asignarlo sólo a los perversos personajes que han originado este escrito, los encuentro, y de qué manera, entre todos aquellos que arremeten contra los inmigrantes; entre la jerarquía eclesiástica cuyas declaraciones no sólo confunden a sus fieles sino que generan estériles odios entre la población; los hallo en la actitud de desprecio mostrada por la oposición de derechas de este país hacia la posibilidad de colaboración para, aunque nos de asco reconocerlo, tratar de salir del fango al que nos somete el capital; por supuesto, en el alarmante alto número de desvergonzados, tipo Fabra, que copan la política y las finanzas en nuestro país.


Por ello, insisto, hoy me permito ser optimista y creer que, de una vez por todas, pudiéramos estar ante el final de una de las pesadillas citadas.


Santos López Giménez

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