Audio emitido en Onda Cero Noroeste (20 octubre 2021)
El 30 de mayo de 2020,
desde esta sección de opinión, en Onda Cero Noroeste, hablé de la obra de
Fernando Aramburu “Patria”. Entre otras apreciaciones, mencioné el escrito que
ahora, con tu permiso, Julio, leeré textualmente. Antes, recordar que se trata
del texto que escribí en la madrugada del 20 al 21 de octubre de 2011, es
decir, hace diez años, y que se publicó en el periódico comarcal “El Noroeste”,
una semana después, el 28 de octubre. Algo muy grande comenzaba a tomar forma,
y estas fueron las impresiones que, en caliente, escribí entonces; decía
así:
Es obvio que
escribo por pura apetencia, tal vez necesidad, en ningún caso obligación. De
ahí que mis escritos, en ocasiones, se alarguen demasiado en el tiempo, es
probable que sea la pereza la principal responsable de ello. En todo caso, el
que uno escriba o deje de hacerlo es intranscendente. Sin embargo, hoy, a esta
hora de transición entre el 20 y el 21 de octubre de 2011, la necesidad de
escribir es infinitamente más fuerte que cualesquiera otras razones para no
hacerlo.
El
pasado 10 de enero, día en el que ETA anunció un alto el fuego
"permanente, general y verificable", os pedí que me permitieseis ser
optimista, así titulé mi escrito, permitidme-ser-optimista, lo
era entonces, y hoy, más que nunca, quiero convertir el optimismo en una
bandera de libertad y paz. Por ello, esta noche, deseo blandir con fuerza, con
rabia, con toda la fuerza y la rabia que manan tras la sensación de hastío, de
hartazgo, de dolor, que durante toda una vida nos han venido infundiendo los
ejecutores de un inexistente mandato que, en su delirio, habían forjado unas
infelices criaturas, creyéndose portadores de los deseos de un pueblo, el
vasco, que jamás les concedió tales prebendas, y cuyo hartazgo y hastío, además
de un dolor infinito, pesaban como endemoniadas espadas de Damocles ocluyendo e
impidiendo la normalización del permanente futuro de esa sociedad.
Dos
meses atrás, el 18 de agosto, visitaba Bilbao con mi familia. Como en alguna
ocasión anterior, un impronunciable deseo interno me acompañaba en ese viaje. A
las 9 de la noche, de aquel día, estábamos en San Mamés prestos y dispuestos a
divertirnos con el Athletic. Evidentemente, aquel día no se concretó mi sueño
impronunciable, pero, esta pasada noche, cuando algunos seguidores del Athletic
salían de San Mamés, a la misma hora que nosotros lo hacíamos hace dos meses,
despistados ellos, recibían la noticia por antonomasia que tanto hemos deseado
todos, y, obviamente, reconocían, el empate de hoy quedaba reducido a una
anécdota insignificante frente a la grandiosidad de un futuro en paz. Ese
deseo, de mi fuero interno, presente a cada momento, y candente en esas
pequeñas, pero memorables, visitas a Euskadi, pudiera haber tomado cuerpo a
partir de este 20 de octubre de 2011.
Con
todo, amigos, vosotros que me concedéis el honor de ser lectores de este
escrito, cuando mañana leáis la prensa, cuando contrastéis los diferentes medios
informativos, comprobaréis que el escepticismo, inherente al ser humano, y nada
sospechoso de querer suplantar al pesimismo, algunos, bastantes de esos medios,
lo convertirán en carroña propia de seres infames que, donde el pueblo vasco, y
buena parte del resto de España, vemos esperanza y paz, ellos sólo contemplan
un chollo menos con el que seguir atizando la mentira y la calumnia. Pero, a
esta hora, en este día, nadie nos va a quitar la libertad de emocionarnos y
dejar ir una lágrima de alegría y esperanza porque, hoy más que nunca, la paz
está mucho más cerca que jamás lo estuvo.
Santos López Giménez
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