Recuerdo, al comienzo de la era Rajoy, como Ana Pastor, Toni Garrido
y Juan Ramón Lucas, fueron eliminados de sus respectivas parrillas de radio o
televisión pública, y, a la par, aquella entrevista que Jordi Évole les hacía
en su programa, en la cual, los tres en una mesa, contaban las cuitas que en
aquel momento les estaban aconteciendo. He seguido el devenir de los tres durante
estos últimos 7 años. En los dos primeros casos, no me sorprenden las maneras a
través de las cuales, la una y el otro, han procesado su trayectoria. No así en
el tercer caso, el de Juan Ramón Lucas.
He escuchado esta tarde, a este buen señor, Juan Ramón Lucas, en su
programa diario de Onda Cero. Hablaba del juicio que acaba de dar comienzo en
el que se sientan en el banquillo los ciudadanos catalanes que, desde el mundo
de la política, proporcionaron a sus conciudadanos la posibilidad de ejercer un
derecho inalienable, como era el de votar en referéndum el futuro que deseaban
para el espacio geográfico en el que viven. Pues bien, el buen señor, ha
dedicado los primeros minutos de su programa, en el primer día del mencionado
juicio, a tratar de desmentir, o mejor, buscar la mentira, en supuestas
declaraciones por parte del mundo independentista catalán, siguiendo un
perfecto, estructurado y orquestado plan mediático, en virtud del cual, al
enemigo, a ese enemigo sentado en el banquillo, a ese grupo humano de personas,
ni agua, cuando de salvar su condición de ciudadanos libres se trata.
Se
nos llena la boca de la palabra empatizar, y ni repajolera idea sobre su
significado parece que tengamos el común de los mortales. El 1 de octubre de
2017, más allá de la sempiterna guerra de cifras, las calles de Cataluña fueron
un hervidero de seres humanos
que iban, venían, sufrían violencia inhumana; muchos y muchas de ellas y ellos,
salieron a última hora a votar sólo como reacción a la desmesura de las cargas
policiales; y bien, ante aquella atrocidad manifiesta, uno no tuvo duda de cuál
habría de ser su posición como ser humano con derecho a pensar en libertad; y,
yendo un paso más allá, haciendo uso de la palabra empatizar, tampoco me resulta nada difícil asumir
que uno hubiese estado en la calle, hubiese acudido al colegio electoral que me hubiese
correspondido, hubiese ejercido mi derecho a votar en aquella consulta. Al
margen de que existiesen aspectos legales de dudosa aplicación, y que conllevasen
la anulación del referéndum citado, por qué debía quedarme en casa en esa
ocasión, quién me impedía ejercer ese acto cívico para el que hubiese sido
convocado. Sin embargo, la lluvia de golpes que muchas personas sufrieron nadie
podrá jamás quitarlas del trauma psicológico y el recuerdo de las mismas.
Y
bien, ¿serán sentadas, en el banquillo, durante este juicio, todas aquellas
personas, por miles, por cientos de miles, contadas? De no ser así, ¿qué queda
para el grupo humano que si habrá de estar sentado, y que por aquello de una
Justicia caprichosa y barriobajera, la española, han estado en la cárcel de
manera indefinida, contraviniendo toda norma jurídica internacional?
Santos López Giménez
pd: Para mi desgracia, no puedo acceder a
la sintonización de la SER en el lugar que vivo ahora, bueno, poder, podría
conectándome a través de internet, pero, como la radio suelo escucharla
mientras hago labores domésticas, prefiero hacerlo con lo que el dial del
transistor de que dispongo me deja.
Santos López Giménez
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