Más por edad que por cultura, muchas, muchos, recordamos a Edén Pastora,
conocido como el comandante cero, revolucionario nicaragüense, que participase
activamente del derrocamiento del dictador Somoza, y que contribuyese, de modo
decisivo, para que el Frente Sandinista llevase a cabo la transición hacia la
democracia de Nicaragua. Hoy, me contaba un joven, que ha trabajado en
programas de ayuda internacional, que lo vivió directamente, como este hombre,
hace unos años, le confesaba que su mítica traición sobrevino nada más
conseguir el triunfo revolucionario, y lo hacía mostrando sus zapatos a los
presentes para decirles que ese fue el motivo de su traición, el de gozar de
todo aquello que el capitalismo le pudiese ofrecer. No cabe duda de que, una
retirada desde el minuto 1 no se podría entender si no fuese porque las
prebendas que le ofrecieron, procedentes de la metrópolis del capital, debieron
ser suculentas, y su condición más humana, al tiempo que miserable, le llevó a
esa conclusión: incomprensible, utilicemos el prisma que utilicemos, supuesto
que, si pusiste tu vida a disposición de tu pueblo, cuando lo más difícil se
consigue, no hay modo de entender tu decisión.
La liberación de los pueblos, del yugo estadounidense, es un proceso
inacabado que jamás logrará su objetivo. Lo relatado es, seguramente, nimio
frente a los interminables procesos de ahogamiento que los países que optaron
por esa vía han ido y siguen sufriendo inexorablemente. Visto desde Europa,
desde la Unión Europea, la proporcionalidad que se emplea en ello, no hace sino
desvirtuar dichas luchas libertarias tal que si los parámetros empleados fuesen
de una misma magnitud. La realidad vivida, la que sigue en marcha, tiene que
ver en tanto en cuanto el dominio, a través de las multinacionales, que colman
el cotarro del poder económico mundial, es muy similar a ambos lados del
Atlántico. No así la amenaza permanente de desequilibrio de los Estados,
amortiguado en Europa por mor de una Historia que granjea a sus ciudadanos un
orgullo de pertenencia cuyos representantes en los órganos europeos de toma de
decisiones, tratan de frenar, más desde las perspectivas locales de cada país
que desde el conjunto que dicha Unión representa.
Nos rasgamos las vestiduras cuando un innombrable personaje, inmundo y
nauseabundo ser humano, llegó a lo más alto de la jerarquía política
norteamericana. Nos ha faltado tiempo para secundar como corderillos, cuyo
redil está prefijado, el mandato de esa alimaña planetaria, que no esconde sus
bastardos intereses, asociando su intervención a la accesibilidad inmediata de
su país a los bienes naturales de terceros países, llegando a ello del modo que
sea preciso, incluida la intervención militar, tal como durante décadas sus
antecesores, que no provocaban tantas rasgaduras de vestimentas, llevasen a
cabo.
En esas estamos, en medio de una cuenta atrás absurda, sin sentido, cuyo
colofón, de ejecutarse la amenaza, no hará sino dar el necesario espaldarazo
para que esa bestia humana, y el gobierno imperialista que lo ampara, se valide
y habilite como dueño y señor de las consentidas aberraciones a las que siempre
nos tuvieron acostumbrados. Sin embargo, si esa ejecución de la amenaza va
hacia adelante, y lo hace en comandita con la Comunidad Internacional, la
tragedia estará servida: esa fase no parece haberse contemplado, de haberlo
hecho, jamás semejante ultimátum habría salido de un supuesto estadista cuerdo
y sensato. El presidente del gobierno de España, queriendo ser el más aventajado
alumno, asesorado por antiguallas de su partido, comete un error de bulto dando
cancha a un personaje local que, ni media hora después de autoproclamarse
presidente de su país, fuese reconocido por el infame y agresor de los Derechos
Humanos, presidente de los Estados Unidos. Cuesta horrores entender la lógica que
ha movido al presidente del gobierno de España.
Santos López Giménez
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