La sensación de que eso no es sino acudir a un género menor capaz de paliar mis frustraciones a la hora de participar en sociedad, ha sido siempre una guía incómoda que me ha acompañado cada vez que he acudido a la opinión escrita, como modo de expresarme frente a los desmanes del poder establecido, o, simplemente, de expresarme, en términos que, seguramente, de no ser por dicha herramienta, nunca lo hubiese hecho, o, al menos, del modo que lo vengo haciendo durante los últimos 25 años.
Para anónimos ciudadanos, como quien escribe, hoy resulta más difícil que nunca aportar desde la mencionada modalidad, si tenemos en cuenta que, sin duda, el efecto sorpresa se ha eliminado con la aparición, primero de internet y, como consecuencia, segundo, de las redes sociales. Éstas, están cargadas de variopintas e innumerables opiniones, de las que, a priori, podríamos considerar todas ellas respetables, si no fuera por el uso tendenciosamente malintencionado que algunos personajes, con intereses espurios, vienen ejercitando en ese mar bravío, poco o nada sosegador, que, en sí mismo, demuestra diversas capacidades, algunas loables, como es la posiblidad de convocatoria ante determinadas actividades de amplio interés social; sin embargo, amén de esa infame manera en la que algunos se posicionan ante dicho medio, lo cierto es que un tumultuoso ramillete de noticias se nos agolpa a diario en nuestras pantallas de ordenador y, una mayoría, me atrevo a pronosticar que no lee nada de lo que allí se le presenta, y cuando lo hacen, es para tragarse todo tipo de bulos que, como la lluvia fina, calan generando aquello para lo que, finalmente, los poderes reales, desean, que no es otra cosa que la confusión que cierre el círculo de sus aspiraciones.
Seguramente no se pueda, mucho menos, uno deba, estimar datos estadísticos sobre el uso de las redes sociales, pero, en el pequeño ámbito en el cual me muevo, hay parámetros con los cuales poder emitir alguna que otra opinión, medianamente potable. En ese sentido, dando por hecho, qué duda cabe, que las redes sociales no son ningún elemento del que las sociedades, supuestamente, libres y democráticas, se hayan dotado, sino un invento cuyo alcance y contenidos se van modelando en el tiempo, lo que uno percibe es que el sesgo social y político, más aún en estos últimos años, es cosa de unos pocos en el global de la sociedad civil. Nos engañamos si pensamos que el alcance de opiniones y/o anuncios de convocatorias varias, se multiplique hasta alcanzar amplias mayorías ciudadanas. Es por eso que, a la Derecha sociológica, por ende, a la derecha política, no le preocupe demasiado esta dimensión de la información, sus graneros de votantes no están en estas órbitas y son mayoría. Eso sí, mantienen centinelas de guardia para ocasionar el mayor daño posible mediante el miedo y la infamia continuada de esos indeseables individuos.
Obviamente, mis palabras, están enfocadas desde la perspectiva del inmediato futuro, ese que decidirá cómo habremos de afrontar, social y políticamente, no sólo los próximos cuatro años de nuestra vida en sociedad, sino que, cronológicamente, su importancia va bastante más allá de esa inmediatez. Por ello porque, como daba a entender al principio, uno es un ciudadano para quien la opinión es un acicate que alimenta su existencia, hoy, y cuando digo hoy, me refiero al 31 de enero de 2015, es muy importante esa prueba de fuego que PODEMOS ha convocado en Madrid, que aglutina, sin temor a equivocarnos, a millones de ciudadanos, y que, por el bien de nuestra sociedad, ojalá aquellas otras fuerzas políticas que orbitan en la Izquierda, sean capaces de asumir el momento histórico que vivimos y arropar, como merece, el proyecto que representa PODEMOS. Para ese "arropar", no se precisa mas que respetar, sería suficiente.
Santos López Giménez
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