Recién comenzado el año, bajo los efectos de la pandemia, con una inusitada virulencia, España, la península ibérica, está viviendo un temporal de frío y nieve como hacía mucho que no se daba. La presencia de la nieve, en las ingentes cantidades con las que algunos lugares se han visto afectados, nos trae el recuerdo de aquel jueves, 19 de enero de 2017, va para cuatro años, en que el Pabellón polideportivo de Cehegín “Loli de Gea”, colapsase y se viniese abajo como consecuencia de la nevada que tuviese lugar esos días.
A consecuencia de ello, el 2 de febrero de ese año, 14 días después del suceso, una empresa fue contratada por el Ayuntamiento de Cehegín para llevar a cabo un estudio arquitectónico que pusiese negro sobre blanco en lo acontecido.
El estudio se realizó, bajo un rigor técnico que, seguramente, ofrezca pocas dudas respecto del mismo, es decir, técnicamente, poco o nada que objetar como ciudadanos y ciudadanas de Cehegín al documento final de aquel estudio.
En sus conclusiones, cabe destacar, trasladando literalmente lo que decía el informe, a modo de resumen de las mismas, lo que sigue a continuación : “…existían elementos que no disponían de suficiente capacidad para resistir los esfuerzos de compresión que una sobrecarga de nieve produce sobre la cubierta”.
Posteriormente, el pleno municipal debatió los hechos con el añadido de dicho informe, y de lo que aquel pleno nos dejó, cabe destacar que no añadió elementos al mismo que pudieran aclarar si hubo responsabilidades políticas y/o profesionales, es decir, humanas, para con dicha circunstancia.
No se trata de buscar cabezas de turco como si ello fuera imprescindible para sentirnos satisfechos, qué va, se trata de que un asunto de la importancia y el peligro que para los usuarios del Centro deportivo comportaba no deje lagunas de futuro ante similares acontecimientos que pudieran ocurrir.
No se señalan las responsabilidades gratuitamente, se hace en virtud del efecto de ejemplaridad que ha de imponerse de cara a que nunca, jamás, nadie, desde las instituciones públicas, crea tener amparadas todas sus negligencias por activa o por pasiva.
Si de tomar frases hechas, como referentes que argumenten hechos y circunstancias variadas, se trata, hay una, que dice aquello de “bien está lo que bien acaba”, y que podría ilustrar, por su vocación de cajón de sastre universal, multitud de episodios acaecidos en cualquier momento de la Historia, y por qué no el que acabamos de relatar.
Lo malo de esa frase es que pudiera solaparse en parte con aquella otra que dice “el fin justifica los medios”, y claro, siendo así, no siempre estaría tan bien lo que bien acaba.
Santos López Giménez
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