El proceso fue lento, al tiempo que vertiginoso. En pocas
semanas, aquellos ecos de confinamientos orientales, tomaron cuerpo, nos
atropellaron sin pedir permiso. Como criaturas desamparadas, la mayoría,
desesperados, buscábamos motivos que justificasen todo. Una minoría, engendros
de difícil adscripción humana, vieron en esa hecatombe la razón de ser de
su existir.
Frente a esa resumida
constancia, de lo vivido en un primer momento, se desarrollaba un día a día
jamás imaginado. Cuando más necesaria se hacía la tranquilidad y el sosiego,
disponer de todo el tiempo del mundo, para una mayoría, generó escenarios de
confusión, mentira y manipulación, que llevó a los especialistas en salud
mental a aconsejar, a modo de terapia, aquello que nunca debió aconsejarse,
apagar radio y televisión, si es que en tiempos post modernos apocalípticos
esos medios tenían algún sentido.
Resistiré, teletrabajo,
confusión por las medidas adoptadas, aplausos a las 8 de la tarde, radio, cine,
lecturas, grupos de whatsapp donde perderse, buscando a los amigos, y a veces,
perder el norte, soltando lastre. La continuación ha sido monótona, la ha
presidido el miedo, aunque no faltan especialistas que no lo recomienden. Con
calzador, pero entró, se hizo fuerte: qué complicado darle esquinazo, qué
difícil naturalizarlo; cuando menos, incómodo, no deja margen a la
concentración, acosa a la paz interior: atosiga, cansa, su presencia no ayuda
en nada, pero es inevitable.
Los no adscritos
siguen, a marchamartillo, su insidiosa labor minadora. Cuando un día
salgamos de esta situación infame, al leer los diarios de cada una de las
jornadas vividas, la sensación será le de que estos engendros veían, en cada
una de ellas, una oportunidad para hacer aquello que saben, el gamberro sin
miramientos ni escrúpulos.
Y hete aquí que,
entre sus gamberradas, diarias y de toda índole, las más a mano de estas
bandas, aquellas que tienen que ver con mensajes falsos, unos, per se, otros, por
difundirse de forma anónima, condicionando la voluntad de miles de ciudadanos
que ni siquiera saben a quién pertenece el perverso mensaje de turno.
Un ejemplo
reciente de su modus operandi, ha sido la difusión mediante whatsapp de un
mensaje anónimo que, articulando una cierta, entrecomillada, argumentación
lógica, invitaba a despedir los aplausos a los sanitarios, a las 8 de la tarde
del domingo pasado; mensaje que llevó a
las Mareas Blancas, que tanto han luchado, desde hace años, a emitir una nota
de prensa animando a la población a no desistir en ese bonito gesto de cada
tarde. Pues bien, para nuestra desgracia, para la desgracia social amplia,
mediante un mensaje anónimo, muchas personas, a las que se les supone un cierto
grado de intelecto, despreciando la llamada de las Mareas Blancas, cuyo anhelo
es el de mantener una Sanidad Pública digna en beneficio de toda la población
española, hicieron caso al anónimo pensando que esa era la opción válida.
Los aplausos no han terminado, porque la labor de los sanitarios
sigue en pie, y más viva que nunca, para acabar con esta pesadilla; sin ellos,
qué duda cabe, todo nos estaría yendo mucho peor.
Santos López Giménez
No hay comentarios:
Publicar un comentario