Años
escuchando la misma cantinela: “el agua del trasvase ha evitado la
desertización de Murcia”. Resulta del todo insultante que la Comunidad
Científica no les haya parado los pies desde hace mucho tiempo. Aún resuena,
por lo ridículo, la intervención del candidato que, en representación del grupo
político que presentase una moción de censura contra Pedro Sánchez, haciendo
uso de sus muchos minutos de gloria, que dicha circunstancia le otorgasen,
volvía a repetirlo desde el estrado del Congreso de Diputados y Diputadas.
Los medios
se hicieron eco, las emisoras de radio, se hicieron eco, pero, sólo eso, se
hicieron eco, nadie salió desde los medios a recordarle que el trasvase no aseguraba
nada, sólo la pérdida de biodiversidad en el Tajo y su cuenca, que le están
conduciendo a una muerte inevitable.
La
destrucción de los espacios naturales, y la consiguiente secuenciación de
anomalías medioambientales planetarias, podría revertirse si la sostenibilidad
no fuese el comodín de charlatanes que utilizan un concepto científico, como el
mencionado, para añadirlo a cada una de
sus andanadas contra el medio ambiente, si de especular con el medio se trata.
Citaba el
candidato los variados y falsos argumentos, según los cuales, la biodiversidad
en Murcia era mayor desde que entrase en funcionamiento, allá por 1979, el
complejo y mastodóntico proyecto que derivaba las aguas del Tajo hacia el
Segura. Mencionaba el freno de la desertización en Murcia, consecuencia del
mismo. Ni la una ni la otra son ciertas. De ser cierto en Murcia, que no lo es,
el déficit hídrico de la cuenca del Tajo, a quién está perjudicando
sobremanera, es al espacio geográfico que alberga dicha cuenca. Y ese perjuicio
no es otro que el que deviene de la pérdida de la dinámica ecológica que un
curso de agua, de la importancia del Tajo, conlleva, traduciéndose en la
inevitable pérdida de biodiversidad acompañada de la desertificación del
territorio como consecuencia de la merma constante de humedad ambiental que le
ha de dar soporte y la ha de acompañar en su desarrollo como medio que ampara a
los seres vivos que la precisan.
Y qué decir
de Murcia, miles de hectáreas ilegales de regadío puestas en marcha durante los
últimos 35 años, no parece que hagan presagiar un uso sostenible de la
utilización del agua como recurso natural, puesto que, con parámetros
medioambientales, hace mucho tiempo que el regadío en Murcia sobrepasó los
límites permisibles respecto de las cantidades que el trasvase suministra a la
región. De eso va la sostenibilidad, no es un epíteto gratuito que empleen
desvergonzados personajes de la vida socio-política, con intereses espurios en
materia de urbanizaciones masivas y descontroladas que han venido caracterizando
a nuestra maltrecha región durante décadas.
La
desertización, en todo caso, es un proceso natural que acompaña a los suelos
del planeta en virtud de las condiciones que el medio impone, siendo la
meteorología y la vegetación imperantes las que intervienen de modo
determinante en la concreción de la misma. Las grandes obras hidráulicas, como
la que nos ocupa, más aún cuando ni siquiera ha existido intención de corregir
en origen ni en destino, los desatinos de dicho trasvase, es un elemento de
insostenibilidad medioambiental de cuyos efectos incontrolados bien puede dar
fe, como ejemplo de máximo impacto, el deplorable estado del Mar Menor.
Santos López Giménez
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