Siempre pensé que hacer de las elecciones una oportunidad en lo personal, en lo familiar, era una falacia que nada tenía que ver con el verdadero sentido que, en mi opinión, ha de tener ese momento maravilloso en el cual se decide muchísimo más que una mera coyuntura de oportunidades de trabajo o similar desde el plano individual. Así se lo manifestaba a una persona con la que días pasados charlaba, sobre la difícil situación laboral de mi familia, y mía propia, cuando ésta se refería a que un cambio de gobierno quizá nos podría ayudar a revertir dicha precariedad.
A su vez, salía a la palestra, en una reciente entrevista, la admiración que Pablo Iglesias profesa al último presidente de Gobierno socialista, Zapatero, del que llegó a decir que lo consideraba el mejor presidente que España había tenido durante los últimos 40 años.
Sobre esta última apreciación, el degüello ha sido la tónica que la ha seguido tras ser enunciada. Y yo me pregunto, respecto de la misma y sus secuelas, que uno, de los 6 presidentes, habrá de ser considerado bajo dicho epígrafe, y que, seguramente, los parámetros que hemos de tener en cuenta serán tantos como opinantes entren a debatir sobre el mencionado ranking.
De ahí que, enlazando el primer y segundo párrafos, al abordar el tercero, uno se percata de que jamás votó por la inmediatez de un programa concreto, para un momento concreto, sino que siempre lo hizo persiguiendo objetivos que muy pocas veces vi plasmados, desde el mismo momento en el que el dictador y su régimen tocaban fondo: el uno con su muerte física, el otro con su paulitana eliminación, cuya secuencia sigue inconclusa. Y es precisamente esa inacabada faena la que sigue manteniendo mis reivindicaciones, a día de hoy, casi incólumes respecto de los importantes aspectos de base que nuestra sociedad no ha sabido gestionar en estos 40 últimos años.
Sin embargo, qué duda cabe, existe una Ley de Memoria Histórica, cuya plasmación y ejecución están siendo lamentables, pero que, cuando menos, constituye una base sólida sobre la que se continúa avanzando para dignificar la memoria de las miles de víctimas que nuestra Historia dejó en la cuneta por no desairar a elementos políticos y sociales, personajes con nombres y apellidos, que jamás dejaron hacer para que dicha restitución llegara a buen término. Por otro lado, la no implantación de una Escuela Pública Laica, constituye una de las mayores afrentas que nuestro pueblo viene sufriendo, sin que importe demasiado a determinados grupos políticos, incluido el actual PSOE, quienes, en vez de mostrar orgullo y defender a capa y espada lo que pudo significar la asignatura de Educación para la Ciudadanía, esconden su autoría como si fuese algo de lo que mostrar sonrojo. Obviamente, dicha asignatura, no era sino un pilar sobre el que construir una sociedad de ciudadanos críticos, donde el libre pensamiento constituyese la piedra angular para proyectar el futuro de una sociedad libre y alejada de los muchos prejuicios que a la Derecha sociológica les vienen como anillo al dedo para perpetuarse sin esfuerzo alguno.
En definitiva, y aunque sería más prolijo el listado de asuntos, de eterna reivindicación, por los que hemos de seguir luchando muchos años después, lo mencionado me lleva a concluir que, en efecto, para mí también, Zapatero fue, con creces, el mejor presidente del que este país ha gozado durante las últimas cuatro décadas.
Santos López Giménez
A su vez, salía a la palestra, en una reciente entrevista, la admiración que Pablo Iglesias profesa al último presidente de Gobierno socialista, Zapatero, del que llegó a decir que lo consideraba el mejor presidente que España había tenido durante los últimos 40 años.
Sobre esta última apreciación, el degüello ha sido la tónica que la ha seguido tras ser enunciada. Y yo me pregunto, respecto de la misma y sus secuelas, que uno, de los 6 presidentes, habrá de ser considerado bajo dicho epígrafe, y que, seguramente, los parámetros que hemos de tener en cuenta serán tantos como opinantes entren a debatir sobre el mencionado ranking.
De ahí que, enlazando el primer y segundo párrafos, al abordar el tercero, uno se percata de que jamás votó por la inmediatez de un programa concreto, para un momento concreto, sino que siempre lo hizo persiguiendo objetivos que muy pocas veces vi plasmados, desde el mismo momento en el que el dictador y su régimen tocaban fondo: el uno con su muerte física, el otro con su paulitana eliminación, cuya secuencia sigue inconclusa. Y es precisamente esa inacabada faena la que sigue manteniendo mis reivindicaciones, a día de hoy, casi incólumes respecto de los importantes aspectos de base que nuestra sociedad no ha sabido gestionar en estos 40 últimos años.
Sin embargo, qué duda cabe, existe una Ley de Memoria Histórica, cuya plasmación y ejecución están siendo lamentables, pero que, cuando menos, constituye una base sólida sobre la que se continúa avanzando para dignificar la memoria de las miles de víctimas que nuestra Historia dejó en la cuneta por no desairar a elementos políticos y sociales, personajes con nombres y apellidos, que jamás dejaron hacer para que dicha restitución llegara a buen término. Por otro lado, la no implantación de una Escuela Pública Laica, constituye una de las mayores afrentas que nuestro pueblo viene sufriendo, sin que importe demasiado a determinados grupos políticos, incluido el actual PSOE, quienes, en vez de mostrar orgullo y defender a capa y espada lo que pudo significar la asignatura de Educación para la Ciudadanía, esconden su autoría como si fuese algo de lo que mostrar sonrojo. Obviamente, dicha asignatura, no era sino un pilar sobre el que construir una sociedad de ciudadanos críticos, donde el libre pensamiento constituyese la piedra angular para proyectar el futuro de una sociedad libre y alejada de los muchos prejuicios que a la Derecha sociológica les vienen como anillo al dedo para perpetuarse sin esfuerzo alguno.
En definitiva, y aunque sería más prolijo el listado de asuntos, de eterna reivindicación, por los que hemos de seguir luchando muchos años después, lo mencionado me lleva a concluir que, en efecto, para mí también, Zapatero fue, con creces, el mejor presidente del que este país ha gozado durante las últimas cuatro décadas.
Santos López Giménez
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