Todas, todos, creemos saber qué de positivo nos aporta; sólo unos pocos, sacan a colación, verbalizan, su toxicidad. La mayoría, silenciosamente, abandona, o al menos, nos retiramos tratando de no hacer mucho ruido, a la espera de momentos en los que nuestra mente vuelva a percibir aquellos aspectos que otrora nos enganchasen.
Al fenómeno se le conoce mediante un genérico término que las engloba a todas. Sin embargo, cada una de ellas, tiene unas características que las hacen peculiares. Hasta llegar a la más famosa, supongo, cada cual siguió su propio itinerario. Hay que reconocer que esa, la más famosa, tenía, y tiene, un formato que la convierte en muy accesible, práctica y, sobre todo, manejable como ninguna otra.
Compartir recuerdos, momentos presentes, comentarios ocurrentes; mostrar favoritismos, halagar, agradecer; convertirnos en periodistas improvisados; acumular ingentes cantidades de información, buena parte de ella cierta, sin duda, pero expuesta bajo prismas diametralmente opuestos, junto con otra importante fracción de bulos y mentiras, nos transforman en entidades humanas colmadas de hemorragias informativas ante las cuales creemos adecuar sus contenidos a nuestros pareceres cuando, en realidad, no hacemos sino un seguidismo borreguil, alienante y estúpido.
Oh, pero, qué bien, nos permite conversar, a tiempo real, sobre aquellos dispares asuntos que nos salen al paso, y, ay, caramba, nos sorprendemos los unos a los otros en actitudes que jamás pudimos imaginar. Se disparan los malos modos, los malos modos verbales; el fenómeno pasó a ser una bomba de relojería mediante la cual la realidad se empequeñecía; el cara a cara, al parecer, tenía un efecto de contención ante nuestras peores andanadas, su ausencia, nos muestra, seguramente, tal como somos. Aunque, a decir verdad, ¿cómo somos: somos los de ese lugar farragoso, o somos los del cara a cara que guarda las formas?, tanto da, para qué indagar, somos los dos, somos uno, no hay diferencias, buscarlas es tratar de justificar lo injustificable: somos imperfectos seres humanos, como debe ser.
Y bien, es con esos imperfectos seres humanos con los que uno acaba congeniando; es, desde la imperfección, desde la única instancia en la que uno halla elementos suficientes para dar cancha al fenómeno.
Santos López Giménez
farragoso: Que es poco claro e incluye cosas o ideas superfluas y desordenadas que lo hacen confuso y pesado.
Al fenómeno se le conoce mediante un genérico término que las engloba a todas. Sin embargo, cada una de ellas, tiene unas características que las hacen peculiares. Hasta llegar a la más famosa, supongo, cada cual siguió su propio itinerario. Hay que reconocer que esa, la más famosa, tenía, y tiene, un formato que la convierte en muy accesible, práctica y, sobre todo, manejable como ninguna otra.
Compartir recuerdos, momentos presentes, comentarios ocurrentes; mostrar favoritismos, halagar, agradecer; convertirnos en periodistas improvisados; acumular ingentes cantidades de información, buena parte de ella cierta, sin duda, pero expuesta bajo prismas diametralmente opuestos, junto con otra importante fracción de bulos y mentiras, nos transforman en entidades humanas colmadas de hemorragias informativas ante las cuales creemos adecuar sus contenidos a nuestros pareceres cuando, en realidad, no hacemos sino un seguidismo borreguil, alienante y estúpido.
Oh, pero, qué bien, nos permite conversar, a tiempo real, sobre aquellos dispares asuntos que nos salen al paso, y, ay, caramba, nos sorprendemos los unos a los otros en actitudes que jamás pudimos imaginar. Se disparan los malos modos, los malos modos verbales; el fenómeno pasó a ser una bomba de relojería mediante la cual la realidad se empequeñecía; el cara a cara, al parecer, tenía un efecto de contención ante nuestras peores andanadas, su ausencia, nos muestra, seguramente, tal como somos. Aunque, a decir verdad, ¿cómo somos: somos los de ese lugar farragoso, o somos los del cara a cara que guarda las formas?, tanto da, para qué indagar, somos los dos, somos uno, no hay diferencias, buscarlas es tratar de justificar lo injustificable: somos imperfectos seres humanos, como debe ser.
Y bien, es con esos imperfectos seres humanos con los que uno acaba congeniando; es, desde la imperfección, desde la única instancia en la que uno halla elementos suficientes para dar cancha al fenómeno.
Santos López Giménez
farragoso: Que es poco claro e incluye cosas o ideas superfluas y desordenadas que lo hacen confuso y pesado.
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