Quién me lo iba a decir, cuarta vez, en 8 años de existencia, que desde mi blog dedico una entrada a alguna de tus embestidas. A estas alturas, la indignación que la última me genera nada tiene que ver con las que en las ocasiones anteriores manifesté. Tu ensañamiento, producto de una personalidad hostil, cuando percibe una atmósfera limpia a mi alrededor, da pie a la puesta en marcha de cualquier artilugio neuronal sacando de la chistera la primera argucia miserable que se le ponga a tiro para tratar de humillarme. Pero claro, a la fuerza ahorcan, se ha dicho toda la vida, y en este caso, tantas veces lo intentaste que ya, no diré que me resbala, pero está muy próximo a ello. Lo peor de esta ocasión es que, de tres años para acá, incluso llegué a pensar que era la mía, mi mente, la que andaba fuera de sitio, y bajo ese palio inicié un proceso, lento y cauto, que pretendía aceptarte, ingenuo de mí: incluso me planteé que, por qué no, podríamos ser amigos.
No va a poder ser, la has vuelto a cagar. Sí, ya sé, a ti eso sí que te resbala, lo sé, y si no lo sabía, me lo has ratificado con creces. En realidad, me pregunto, qué es aquello que te mueve a tanta miseria moral, a tratar de humillar, no ya sin compasión, sino, sin cabeza; y es que, normalmente, cuando alguien se manifiesta, al modo que tú eres dado, suelo pensar que es la torpeza la responsable de esa ruindad, me cuesta horrores pensar que sea la maldad la que os mueve.
La vida, los hechos que la modelan, que modelan el devenir humano de cada hijo de vecino, te está proporcionando unos mimbres que, bien sabes, no mereces. Pero, también sabes de los caprichos con los que ésta suele emplearse, de otro modo, no serían explicables las innumerables afrentas e injusticias que jalonan, no ya la Historia de la Humanidad, que está plagada, sino, sencillamente, el momento actual por el que nuestra sociedad atraviesa. Como pez en el agua, así puedes tú desarrollar tu incompetencia, así se pueden explicar tus bravuconadas, como cuando, en plena calle, te empleaste hacia aquel que osó delatar la misma, por dos veces lo hiciste, pero sólo una confesaste ante tus valedores. Sólo así, tal vez, se pueda explicar que, cuando alguien trata de dar una salida digna a la suya, para ti no sea mas que un mal ejemplo del que has de dar cuenta de la única forma que siempre pusiste en juego, eres maestro en combinar la bravuconería y el intento de humillar, por el simple placer de sentirte tú mismo.
Por último, una trivial apreciación, el título, si llegases a leerlo, sólo él, te daría a entender que ésto va por ti. Pero, me temo que no lo harás: no pasa nada, algún alma caritativa te invitará a hacerlo.
pd: dejo los enlaces de las otras ocasiones en las que hube de escribirte desde este mismo lugar:
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