Ayer, 11 de noviembre, escribía Fernando Valladares en El País un artículo que transcribo y comparto desde el blog que nos acoge.
Soy un objetivo del odio: por qué no debemos ceder ante el acoso en redes sociales
El científico Fernando Valladares, amenazado tras la dana, cree que “es tiempo de colaborar y reconstruir, de anticiparse y prevenir”
En las clases de la universidad abordamos con los estudiantes cómo dialogar con los negacionistas. Buscamos y desarrollamos argumentos, pero también formas de empatizar con las personas que niegan el cambio climático, que niegan especialmente la injerencia humana en el clima. Es muy difícil mantener la calma ante personas que se muestran deliberadamente refractarias al conocimiento científico. Pero es todavía más difícil mantener esa calma cuando vemos las consecuencias de no escuchar a la ciencia y vemos el terrible impacto del cambio climático en la gente. Se vuelve dificilísima la convivencia con personas agresivas y rotundas que no solo desoyen a la ciencia, sino que la enjuician y la descalifican. Es doloroso ver e incluso experimentar el odio de estas personas mientras constatamos que el cambio climático ha hecho mucho más virulentos y destructivos a los huracanes, como ha sido el caso de Helene y Milton en la costa este de Estados Unidos, y amplifica el poder destructor de las danas. Cuando vemos las muertes, el sufrimiento y los daños que podrían haberse evitado o reducido si hubiéramos tomado consciencia todos y todas del clima que tenemos hoy, aquí y ahora. En estas circunstancias se vuelve agónico gestionar el odio del que somos objeto muchos y muchas de los que explicamos lo que pasa y por qué pasa.
En estas dos semanas tras la dana que asoló muy especialmente la región de Valencia he recibido, como otras investigadoras y comunicadores, todo tipo de insultos y descalificaciones en las redes sociales. Incluso amenazas furibundas de linchamiento, con personas que aseguran desear verme, literalmente, ahorcado. Asusta. Duele. Desconcierta. Estas personas organizadas en diversos grupos de Telegram como La Quinta Columna TV, y en diversas redes sociales, mantienen no solo que mentimos los que hablamos de cambio climático, sino que vivimos de esa mentira e incluso que estamos implicados en la manipulación del clima para destruir personas e infraestructuras. Algo que incluyen dentro de lo que llaman el NOM, el nuevo orden mundial, algo a lo que al parecer los científicos y científicas contribuimos trabajando a las órdenes de ciertos tiranos o incluso liderando campañas de desinformación para hacernos con el poder.
El odio se vuelve tóxico cuando uno está desgarrado por el dolor. Cuando uno lleva años hablando de escenarios duros y la actualidad te lo recuerda cada mañana. Cuando uno constata día tras día que nunca llega el momento de atender la emergencia climática, que el modelo actual de civilización colisiona frontalmente con un clima que ella misma ha enfurecido, pero que no quiere o no sabe tomárselo en serio. Cuando uno busca y rebusca razones para el optimismo en un ambiente contagioso de pesadumbre y ecoansiedad. En esas circunstancias el odio lástima. Y los que incitan al odio lo saben y se crecen. Algunos comunicadores y científicos han tenido que cerrar sus cuentas en las redes sociales ante el acoso violento y constante, especialmente en el caso de las mujeres. Ante este odio y sus impactos, mi ánimo decae y el odio que recibo me lleva a cuestionarme lo que hago y cómo lo hago una y otra vez.
No sé si es lo más seguro de hacer para mi salud física y psíquica. Pero siento que hago lo que hay que hacer, informar, informar e informar. Mientras me informo, me informo y me informo. De la ciencia, de la actualidad y, también, de los que odian y por qué odian. Ojalá estuviera equivocado sobre el cambio climático. Sería feliz si lo estuviera.
Lo que importa es conseguir cuanto antes una sociedad preparada para el clima que ya tenemos aquí. Una sociedad que anteponga los derechos humanos y la salud de las personas a la actividad económica y al egoísmo suicida.
Por fortuna, en estas semanas de odio hemos recibido también muchas palabras de apoyo y de confort humano. Palabras que necesitamos más que nunca en unos tiempos, los actuales, donde el odio duele, bloquea y desespera. Gracias, de verdad, gracias.
En la cumbre del clima número 29, que se celebra en estos momentos en Azerbaiyán, la mayor amenaza que se cierne sobre todos y todas se aborda con una tibieza irresponsable. Unos meses después de la COP 29, en enero de 2025, Donald Trump, un negacionista climático radical y declarado, tomará las riendas del país que más gases de efecto invernadero ha emitido.
La humanidad no merece este dolor añadido a las tragedias que el cambio climático genera en todos los rincones del planeta. Pero es la humanidad la que, a través de unas democracias renqueantes y grandes dosis de desinformación, la que ha ido apoyando gobiernos tibios, y normalizando “verdades alternativas” y mensajes de odio.
Fernando Valladares es doctor en Biología e investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), donde dirige el grupo de Ecología y Cambio Global en el Museo Nacional de Ciencias Naturales.
Artículo de Fernando Valladares