El tiempo no se detiene, al menos para la vida. La vida, esa ingrata e impertinente hacedora de contratiempos que no deja fluir al capital con la secuencia libre que sus detractores reclaman.
Tratan de poner
en marcha un proyecto extractivo de magnetita, lo proclaman como una inyección
económica sin precedentes para Cehegín. Estamos en la primavera de 2022, los
agentes humanos involucrados se dejan ver en los medios: el actual Alcalde,
Jerónimo Moya, que mantiene entre sus manos una patata caliente de cuyo recorrido nada bueno le espera en su futuro político, si es que el muchacho alberga aspiraciones inmediatas; el presidente de la CHS (Confederación Hidrográfica del Segura),
Mario Urrea, representante político, con incomprensibles atribuciones técnicas, cuya presencia solo puede obedecer a una desvergonzada puesta en escena; y un títere necesario, al que una multinacional, canadiense en
principio, ahora ni se sabe, un tal Ojeda, ha colocado en el tablero para dar una imagen de veracidad ante la opinión pública local: tercera pata de una mesa
inconsistente que solo el capital es capaz de sostener en el tiempo.
Como bien saben
la sociedad ceheginera y comarcal, el proyecto implica el vaciado de una
inmensa laguna naturalizada, cuyo origen hay que buscarlo al final de los años
80 cuando una riada del río Quípar colmata de agua el hueco que décadas de
explotación dejaron marcado en el espacio anegado. La secuencia lógica, ante un
análisis del espacio descrito, nos sitúa frente a un fondo cargado de metales
pesados que, de llevarse a cabo el vaciado anunciado, implicaría arrojar tan
peligrosos agentes medioambientales al cauce del Quípar; obviamente, del
mencionado cauce, las aguas seguirían su rumbo para pasar a formar parte del
Embalse Alfonso XIII, y de este al Segura.
Secuencia de muerte y
destrucción al que los agentes humanos involucrados no dudan en calificar de
mal necesario para que la inyección económica prometida se concrete. Bueno, a
ver, en ningún momento se les ha escuchado tal aseveración a estos
desaprensivos individuos, sin embargo, indirectamente, cuando la población
afectada, organizada en torno al Consejo de Defensa del Noroeste, en cuyo seno
se articula un grupo específico bajo el lema "No a la mina de
Gilico", le preguntó a Jerónimo Moya, en una reunión mantenida en su
despacho municipal, a final del pasado mes de agosto, sobre las razones y beneficios, a modo de contrapartida,
sus palabras no dejaron margen para la duda: el mal necesario estaba servido.
El anuncio con el que los elementos humanos involucrados amenazaron a la comarca, tenía contemplada una fecha de inicio para el aberrante proyecto. El tiempo, ese elemento
curioso, que transcurre más allá de proyectos y programaciones orquestadas, ha
decidido que el final de año no sea la espada de Damocles con la que se nos
amenazó. El fin de año ha llegado, la puesta en funcionamiento no se ha
producido. Las razones últimas, solo ellos las conocen. Pueden ser técnicas,
pudieran ser electorales. Ya en su día, allá por 2014, la bajada del precio del
mineral, en los mercados internacionales, determinó la paralización del
mencionado proyecto.
No perdamos la estela de
este anunciado destrozo medioambiental y contra la salud pública, nunca mejor
dicho, nos va la vida en ello. Curioso elemento, el tiempo.
Santos López Giménez
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