Audio Onda Cero, "Los hijos de las piedras", 19-05-2021
Hablar de
guerra, es hablar de agresividad entre ejércitos de dos o más países, de un
conflicto violento, que deja destrucción y muerte, en el que, supuestamente,
las razones que les amparan, a los contendientes, para recurrir a la violencia,
están recogidos en un documento ficticio, que no sabe uno en qué momento de la
Historia se diseñó, pero que sirve para un roto y un descosido, de manera que,
los abajo firmantes, nunca pierden, siempre ganan.
Claro, con
semejante cajón de sastre, todo vale para los medios propagandísticos al
servicio del capital, al servicio de la internacional del crimen organizado,
aquella que somete a los pueblos en virtud de sus bastardos intereses, intereses,
exclusivamente económicos. Medios que, mediante sus campañas manipuladoras,
generan escenarios ideales para con sus amos, escenarios a los que, una gran
mayoría ciudadana, suele abonarse, amortiguando y sellando las fisuras que las
posibles disidencias intelectuales pudiesen ocasionar en la opinión pública
mundial.
En semejante
contexto, si un poderoso país de nuestro planeta decide que ha de masacrar a un
pueblo que le incomoda, lo tiene, según los parámetros expuestos, muy a la
mano. Y es que, el término terrorismo se acuñó para designar episodios de
terror en los que los sumos hacedores del dolor y de la muerte, no fuesen sino
aquellos mismos malnacidos que lo utilizan a diario como moneda de cambio en
beneficio de sus perversas intenciones.
De modo y manera
que, lo que debiera de ser un concepto perfectamente comprensible, se convierte
en un mantra al que la población acude sin pensarlo: pocas veces la gran
mayoría ciudadana mundial, menos aún la
española, utiliza el raciocinio para afrontar las tesituras a las que
nos somete el poder establecido.
En esas
estamos, inmersos en un estéril debate, tratando de dilucidar el sexo de los
ángeles, en tanto qué, el terrorista Estado de Israel, masacra al pueblo
palestino. Las imágenes que nos llegan, que aún siguen llegando, son horrendas,
los crímenes se cuentan ya por centenares.
En ese
oscuro marco, del mal llamado orden internacional, incapaces de condenar y
tomar las medidas drásticas que se precisan para cortar ese asesinato en masa,
algunos de los representantes políticos de nuestro país se enfangan en el
habitat en el que mejor se desenvuelven, el del terror, el del odio, el de la
mentira, el de la manipulación mediática, ofreciendo un muestrario de
declaraciones en redes sociales, apoyando al gobierno asesino de Israel, y lo
hacen porque saben que quienes les otorgan su confianza no son seres humanos
críticos nada manejables.
Pero, no nos
engañemos, los Abascal y los Cantó de turno, son bufones del odio y del crimen,
individuos sin alma, cuyo recorrido y alcance es limitado, miserable y ruin,
pero limitado.
La que
preocupa es la posición de la comunidad internacional y de los gobiernos que le
dan forma, a quienes cuesta horrores plantar cara ante la masacre que está
viviendo la Humanidad.
Pero, frente
a esa asquerosa e infame miseria moral, es posible que hayáis visto estos días
el vídeo en el que una niña palestina se lamenta amargamente de la desgracia
permanente que sufre su pueblo. Sencillamente, es desgarrador. Cuando vi y
escuché sus palabras, me retrotrajo en el tiempo a una tarde, debió de ser en
2009, cuando, en el Taller de Apoyo al Estudio, de la Asociación Promotora de
la Universidad Popular de Cehegín, antes de comenzar la clase, un grupo de
niños y niñas se arremolinó en torno al ordenador del aula, y al preguntarles a
qué tanto interés, una niña, árabe, que tendría unos 10 años en aquel momento,
me miró, con lágrimas en los ojos, para decirme que estaban matando a los niños
árabes, refiriéndose a una de las masacres que el Estado de Israel lleva
cometiendo contra Palestina, durante los últimos más de 70 años.
La niña del
Taller, ya comenzó sus estudios de Medicina.
La niña del
vídeo dice que su sueño es estudiar Medicina para ayudar a su pueblo.
Santos López Giménez
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