No es cuestión de épocas, ni
de situaciones puntuales, es una cuestión irresoluble que el ser humano
arrastrará mientras exista como tal. La violencia, la chulería, los camorristas
al uso, existen, existieron y existirán: toparse con ellos es cuestión de
tiempo y circunstancias, antes o después, habrás de mirarles a los ojos, de pasar
el trago desagradable de atender a semejantes productos del odio y la intrínseca
malaleche que les caracteriza.
En cierta ocasión,
una de estas criaturas, creyendo uno que me hablaba “el bueno de la película”,
me hizo una confesión, la de que había perseguido a su víctima, a la sazón,
persona respetable, pero “despreciable” para mi interlocutor, y que, cuando le
insultaba y amenazaba, temía que fuera a hacer algún espectáculo callejero
simulando una agresión mayor de la que, de palabra, le estaba infringiendo. Pues
bien, hoy, cuando me dirigía a mi trabajo, he comprobado en mis carnes que, en
efecto, la camorra utiliza estos métodos, y que aquel interlocutor mío de
entonces, aquel “bueno de la película”, no era sino un camorrista más, lo cual,
por otra parte, ya hace tiempo que lo comprobé.
El de hoy, postrado en una esquina, mientras parecía mantener, o vete saber qué, una conversación
telefónica, ha esperado a que yo pasase a su lado para arremeter verbalmente
contra mi persona, soltando todo tipo de improperios, pero, lo más curioso, más
bien, lo más asqueroso, es que cuando uno iniciaba su interpretación, o su
defensa frente a semejantes bravuconadas, el individuo ha utilizado el recurso
del “a mí no me hables”, propio de criaturas sin resquicio de decencia y
dignidad. Al mismo tiempo que, en el colmo de la más surrealista puesta en
escena a la que uno haya tenido que hacer frente, a voces, en medio de la
calle, hacía que comentaba con quien se suponía hablaba por teléfono, dando mi
nombre y manteniendo como línea argumental de su supuesto discurso telefónico el
insulto y el menosprecio hacia quien escribe. He seguido mi marcha y aún en la
distancia sus bramidos sonaban con fuerza.
Están ahí, no cabe duda,
toparte con ellos es cuestión de tiempo, también de circunstancias.
NOTA, añadida el 25 de agosto de 2024:
Postrado en esta esquina, frente a su guarida laboral |
NOTA, añadida el 25 de agosto de 2024:
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