En
un país donde, sus sucesivos gobiernos, jamás trataron por igual a las víctimas,
se producen fenómenos surrealistas como el que hoy ha tenido lugar en Madrid.
Se
convoca una manifestación de protesta contra la decisión, del Tribunal Europeo de
Derechos Humanos de Estrasburgo, de anular la retroactividad de la Doctrina Parot , que
no la propia doctrina. Al Gobierno, le corresponde aplicar la decisión de este
alto Tribunal, sin paliativos. El Gobierno de España, a regañadientes, ha ido
soltando frases, desde el día en que se produjera la sentencia, por boca de
alguno de sus representantes, incluido el propio presidente, cuya primera
declaración fuese “está lloviendo”. Para, dos días después, declarar su
contrariedad frente a la misma. Como no tienen claro qué camino tomar, divagan, como de costumbre, anunciando que no
acudirán a la mencionada manifestación, para, posteriormente, in extremis,
alegar que acudirá el partido que le ampara, el PP, pero ningún representante
del Gobierno. La dinámica surrealista comienza su perversa espiral.
Llega
el día de la manifestación y salen a colación declaraciones de los
representantes del PP que acuden a la misma. En su línea, González Pons, hace
una de esas indefinidas declaraciones, a las que tanto él, como el resto de
voceros peperos, nos tienen acostumbrados, diciendo que “hay que estar con las
víctimas”, y de paso, cargando contra todos aquellos que no hayan acudido a la
manifestación convocada. La afirmación es de una obviedad tal que nace y muere
en sí misma cuando se proclama en el contexto mencionado. Por supuesto que hay
que estar con las víctimas, tanto con las víctimas, habidas y por haber, que
han sufrido la injusticia de no ser reconocidas como tales, como aquellas que,
como no podría ser de otro modo, la sociedad en pleno, sin declaración alguna,
asumió que lo eran y mostró, durante décadas, su solidaridad con ellas; solidaridad,
que no ha mermado ni un ápice y que, afortunadamente, son las propias víctimas
quienes han sentido, y sienten, el calor humano de la sociedad que les cobija. Perversa y malévola interpretación, la del tal Pons, en la línea
de quien no respeta a nada ni a nadie con tal de sacar provecho electoral de
las entrañas del dolor. Quien dice Pons, podría decir cualesquiera de los otros
miembros del PP que, en los últimos días, se han manifestado, públicamente,
rizando el rizo de la insensatez, confundiendo a la ciudadanía más incauta, la
cual, asume como buenas tantas y tantas declaraciones pseudo-institucionales, a
la postre, generadoras de odios irracionales.
A esta altura de mi vida, a mis 50 años, casi cuatro décadas anhelando el
reconocimiento de las víctimas del golpe de Estado del 36, incluidas, ahí es
nada, las entre 120.000 y 150.000, a partir de la implantación del Estado fascista (dato mencionado por Javier del Pino, en su programa "A vivir que son dos días" de la SER, el pasado día 20 ), ni siquiera se puede aplicar la
Ley de Memoria Histórica para resarcir a tantas y tantas familias
que no han tenido ocasión de dar sepultura a sus seres queridos. Rechina el
desaforado interés de este partido, que nos gobierna, de resaltar con
desmesura, rayana a la ilegalidad, sólo a una parte de las miles de víctimas que España
arrastra en su reciente Historia.
Pero, yendo al germen que desemboca en la manifestación de hoy: ETA, ésta oficializó el abandono de las armas hace dos años; la sociedad española no puede, ni debe permitirse, que sean el odio y la revancha quienes presidan la oportunidad histórica de que aquella pesadilla no resurja de sus cenizas.
Pero, yendo al germen que desemboca en la manifestación de hoy: ETA, ésta oficializó el abandono de las armas hace dos años; la sociedad española no puede, ni debe permitirse, que sean el odio y la revancha quienes presidan la oportunidad histórica de que aquella pesadilla no resurja de sus cenizas.
La Cuatro, nos recordaba hoy, 27 de octubre, la célebre y repetida frase de Tomás Moro: “Yo concedería
al diablo el beneficio de la Ley
por mi propia seguridad”.
Santos López Giménez
Santos López Giménez
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