Al entrar a casa, en el rellano de la escalera, desde hace 10 años, una pegatina con un "No a la Guerra", desgastada, resistiendo el paso del tiempo, permanece insertada en el cuadro de contadores de la luz. Acabo de ver una película, La vida que te espera, cuyo lema, pronunciado por varios de los protagonistas, en distintos momentos de su desarrollo, es: "lo que no se habla se borra". Han pasado diez años de aquella masacre, y no estoy dispuesto a ser cómplice de que la memoria nos siga pasando factura ante el cúmulo de crímenes que unos desalmados vienen cometiendo en la infame historia de los que obran, según sus palabras, "como Dios manda".
El 15 de febrero de 2003, más de 50.000 ciudadanos de la Región de Murcia, colmamos las calles de Murcia para mostrar nuestra indignación y protesta contra la masacre que se avecinaba; cuando mi familia y yo volvimos a casa, a eso de las 11,30 de la noche, colocamos la pegatina donde muestra la foto que hoy, 19 de marzo de 2013, hemos hecho para que no se borre la ignominia de un iluminado, que fuese presidente del Gobierno de España, José María Aznar, que ensuciando el nombre de la ciudadanía española, usurpando una representatividad que le habíamos negado en las calles millones de españoles, fue cómplice de uno de los más sangrientos genocidios infringidos mediante terrorismo de Estado, junto a otros dos asesinos, Bush y Blair. Hoy nos recordaban en televisión que, un cuarto personaje, no saldría en la famosa foto del trío de las Azores, pero estaba: Durao Barroso, que, como es bien sabido, hoy, es uno de los ejecutores de los múltiples y salvajes ataques que los pueblos de Europa estamos sufriendo con el desmantelamiento del estado del bienestar, asfixiando hasta límites insospechados a los más débiles y dando alas al capital.
Veo muy difícil que la Historia, al menos la que nuestra generación pueda corroborar, haga de semejantes criaturas asesinas lo que en buena lógica habría de ocurrir, que no es otra cosa que, las mismas, sean juzgadas ante un tribunal internacional por crímenes contra la Humanidad.
Esta madrugada, de hace diez años, fue la primera de una larga serie de pesadillas, que un pueblo indefenso, el iraquí, viene sufriendo desde que el capricho de unos asesinos, presidentes de supuestos países democráticos, pusiesen su punto de mira sobre ellos y, mediante la asquerosa mentira de jurar y perjurar que existían armas de destrucción masiva, dieran el pistoletazo de salida a esta orgía de sangre y dolor, que aún continúa.
Santos López Giménez
Pd: aquel año, semanas y días antes y después de la invasión y masacre cometidas, fueron varios los escritos que se me publicaron en prensa escrita, hablando de ello:
¿Dónde estaban?
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