Vivimos tiempos en los que cualquiera, una vez subido al carro de la popularidad, que no del poder con conocimiento, puede, hace y dice lo que le place, sin despeinarse.
Esta semana,
en una de esas informaciones que te sonrojan, al tiempo que te sacan una carcajada,
leía uno la noticia, y lo que es peor, veía uno la imagen, de aquel que se hace
llamar Fernando López Miras, según la cual, el buen hombre, había dado suelta a tres linces en una finca próxima a Lorca. En sí misma, la noticia, no tendría más
recorrido que el propio de un acto, de aquellos que tanto gustan a algún que
otro político, a alguna que otra política, en el que se regodean con la imagen: no son nadie si no posturean sus miserias llevando a la prensa como notaria de
sus cutres puestas en escena.
En todo
caso, de esto que ahora relato, son las declaraciones del pipiolo las que
colman cualquier posibilidad de que esa infame noticia tuviese visos de darla
por buena. Dijo, el incauto individuo, transcribo literalmente su frase: “es
un trabajo para dejar un legado ambiental a las próximas generaciones mejor que
el que nos encontramos nosotros”.
Mi querida
lectora, mi querido lector, lee otra vez la frase anterior, analiza con cierta
inquietud científica, saca la conclusión que tu intelecto sea capaz de
articular tras dicho análisis. Veamos, hagamos juntos el ejercicio. Pero,
sugiero, tomemos dos perspectivas, la una, sin más consideraciones que las
propias derivadas del contenido de su declaración, es decir, ¿si reintroducimos
al lince ibérico, garantizamos la mejora del legado ambiental?; en buena
lógica, así habría de ser, pero, no por el lince, como tampoco lo es por
aquellas otras especies que han ido siendo reintroducidas en diferentes
ubicaciones y ecosistemas, sino, y es lo realmente importante, porque, si el
memorándum conducente a dicha reintroducción ha seguido el método científico,
lo lógico será que todos y cada uno de los factores que han de acompañar a
dicha reintroducción sean favorables a la misma. Hasta el punto de que, método
científico en mano, en ese proceso, mientras las condiciones no sean las más
favorables, no se lleva a cabo la reintroducción anunciada.
Bueno, más o
menos, creo que nos vamos entendiendo. No parece difícil hacerlo: si he de reintroducir a una determinada especie, en un lugar en el cual
hace mucho tiempo que dejó de existir, las condiciones ecológicas han de ser lo
más fieles posibles a aquellas que le permitieron vivir y desenvolverse en su
día.
Pero, no
perdamos de vista la frase del ínclito Fernando, sin ella, nuestro análisis
quedaría cojo. El muchacho, no debe tener muy claro qué espacios, y qué
utilidades tienen, aquellos que darán cobijo o, en su caso, serán limítrofes
con los que se ha decidido conformarán el hábitat del reintroducido lince.
Bueno, para eso estamos, para recordárselo: dichos espacios, están siendo
ocupados, desde hace años, y la ocupación in crescendo sigue su curso, por
múltiples macrogranjas cuya repercusión medioambiental es una enorme y fatídica
bomba de relojería que, con el tiempo, no hará sino minar, hasta su mínima expresión, cualesquiera parámetros medioambientales.
Y es ahora
cuando entra en escena la segunda lectura del anunciado enunciado. Y lo hace
desde una sencilla comparativa, que se solapa en el tiempo con este asunto.
Días pasados, la televisión local de Bailén entrevistaba a Francisco Valle
Tendero, Catedrático de Botánica de la Universidad de Granada, de quien tuve el
honor de ser alumno suyo, y lo hacía para hablar de un infame proyecto de
instalación de una macrogranja en el entorno de la mencionada población.
Durante la entrevista, Paco Valle, desmenuzaba el estudio pormenorizado que él,
y un grupo de colegas suyos, en su mayoría, de la Universidad de Granada,
habían llevado a cabo para desmontar cualesquiera razones a favor, que dicho
proyecto hubiera de albergar. Entre otras, y no la más importante, hablaba Paco
de la incidencia, el impacto, que sobre el lince, dicha instalación tendría;
por supuesto, muy negativa.
Pues bien,
poco más de una semana después, y hablamos de un periodo incrustado en los
últimos veinte días, el pleno del Ayuntamiento de Bailén, debatía, y votaba en
contra de dicha instalación.
Expuesto el
motivo de la comparativa citada, hagamos un último análisis, mi querida
lectora, mi querido lector. En un caso, con las fuentes contaminantes en
marcha, representadas por las macrogranjas en funcionamiento del campo de
Lorca, el personaje, a la sazón, presidente de la Región de Murcia, se permite
sacar pecho porque, según él, soltar linces en ese espacio, es asegurar el
futuro medioambiental de nuestros hijos. En el segundo, donde el lince hace años
que recuperó un hábitat que le era muy propicio y que, por tanto, en sí mismo,
aseguraba el futuro medioambiental de las gentes de Bailén, para dar
continuidad a dicho hábitat, para seguir garantizando el futuro de este espacio
natural, sus representantes políticos, reunidas, reunidos, en pleno municipal, anulaban toda posibilidad de que sea
agredido mediante esas aberrantes instalaciones que representan las
macrogranjas.
Permíteme,
querida lectora, permíteme, querido lector: concluyo que, ni por ideología, ni
lugar de procedencia geográfica, sencillamente, como seres humanos, no, no todas son
iguales, no todos son iguales. Olvida el mantra, ese que te han inculcado
durante décadas, el que sueles aplicar a los políticos, a las políticas, porque
te lo ha dicho el vecino, tu prima, o Rita la cantaora.
Santos López Giménez
No hay comentarios:
Publicar un comentario