Hoy, Palestina, que sufre ante la impasible mirada de la Humanidad, haciendo cábalas para que su espacio geográfico se destine a honrar lo peor del ser humano, lo peor de sí misma, como te decía, Palestina, su pueblo, está más abandonado que ayer.
Hoy, los Objetivos de Desarrollo Sostenible, aquellos que no se han querido entender porque ocasionaban pérdidas en bolsa para el Gran Capital, están más huérfanos que nunca.
Hoy, el fascismo encubierto, saca pecho aquí y allá, ensalza a sus ídolos, los proclama líderes con la subordinación de un populacho, cuya acepción, nunca mejor dicha, le viene que ni pintada.
Hoy, Juan, nuestro entorno más próximo, el Medio Natural que nos da la vida, más desamparado que nunca ha amanecido.
Hoy, Juan, las condiciones de vida de los trabajadores, sus derechos, la permanente conciencia de sus obligaciones, a duras penas se mantienen en el éter de la inmundicia humana.
Hoy, Juan, nuestras esperanzas de un futuro luminoso en el que la vida, cargada del ornamento propio que su concepto entraña, se han visto muy mermadas.
Sí, Juan, hoy, todo es bastante más oscuro que ayer, que antes de ayer, bastante más oscuro que cuando tu presencia nos hacía albergar ilusión permanente por un porvenir resoluto, cargado de optimismo, donde la esperanza era una constante que no precisaba, que no precisa, sino de personas que, como tú, su sola presencia, nos hacéis recordar lo importante que somos cuando desplegamos y ponemos en marcha la sencillez de nuestro ser, de nuestro estar, para con nuestra conciudadanía.
El momento no es el más halagüeño, no es el más propicio para que buena parte de todo ello se revierta, sin embargo, Juan, es por personas como tú, por cuya memoria, revertir el designio de los tiempos se convierte en una obligación que hemos de asumir con la dignidad y el saber estar que nos has legado, amigo.
Santos López Giménez