Audio emitido en Onda Cero Noroeste, 20 de abril 2022
Buenas
tardes, Julio:
La comarca del
Noroeste lleva un principio de siglo XXI en exceso peligroso si consideramos
las diferentes amenazas y concreciones, a modo de agresiones medioambientales,
que en el tiempo, se nos han ido presentando. La agricultura intensiva, con una
indiscriminada explotación de pozos, se pierde, respecto de su puesta en
marcha, en las dos últimas décadas del
siglo XX. Se solapó con ella el ladrillo, su fiebre, sus muchas mentiras, su
permanente ataque al medio. No satisfechos con ello, el mayor de los engaños
vino por añadidura, iniciar cultivos intensivos allí donde los sinvergüenzas de
turno lo que realmente pretendían era construir una urbanización, de modo y
manera que lo de la agricultura era la tapadera mediante la cual hacían llegar
el agua para sus funestas intenciones.
La realidad es
que el ladrillo claudicó ante la explosión de la burbuja inmobiliaria. Aún
quedan vestigios publicitarios repartidos por nuestra geografía comarcal, así
como alguna que otra edificación de lo que pudo ser y felizmente no fue. La
magnitud del destrozo medioambiental fue intercambiada, siendo la agricultura
intensiva la que continuó con su agresiva presencia para nuestro medio natural.
Ingrata
actividad, de largo recorrido, que contamina suelos, que contamina a la
atmósfera, al agua, y que casi siempre es la ilegalidad del regadío la que la
contempla, después de la hecatombe
urbanística, afortunada hecatombe urbanística, los ojos del capital viraron en
nuestra comarca, una vez más, para dar continuidad a lo único que saben hacer,
sangrar hasta la extenuación a las regiones del planeta cuya riqueza
medioambiental es el soporte del que intentan valerse los maestros de
ceremonias que arrebatan a sus pobladores los recursos naturales que les dan
amparo y lo que es peor, arrebatan la salud de sus moradores.
La nueva escenificación, de un ecocidio
cantado, de la muerte del medio natural, fue enfocada mediante la amenaza del
fracking. La extracción de gas esquisto vino a ocupar la fiebre capitalista,
mediante la puesta en marcha de varios proyectos cuya ejecución pudo ser letal
de necesidad para la comarca. La población comarcal se organizó, y mediante
redes y plataformas regionales y nacionales, mostró su firme oposición a que
tan criminal actuación pudiese llevarse a cabo. Aunque el peligro no ha desaparecido,
sin embargo, la fuerza ciudadana se puso de manifiesto y logró frenar las
peores intenciones.
En ese maldito
rosario de amenazas medioambientales, que afectan de lleno a la salud humana,
se volvió a gestar un nuevo solapamiento, las macrogranjas entraban en escena,
y han ido ocupando espacios en el medio rural al tiempo que echaban de él a los
potenciales visitantes del mismo. A su
vez, va para cinco años, el vertedero junto al embalse del Argos, se convirtió
en otra de esas concreciones de impacto medioambiental acuciante. La ciudadanía
no logró frenar la desdichada puesta en marcha, y hubo de soportar el cinismo
de una parte de la clase política comarcal, la cual, con absoluta desfachatez,
se presentaba en la gran manifestación que se llevase a cabo en marzo de 2017,
y sin despeinarse, los mismos políticos de PP y PSOE, quienes pusieron una
amplia alfombra para la mencionada concreción, encabezaban la marcha agarrando
la pancarta de la cabecera.
En estas estamos cuando, recientemente, saltó
la noticia de que para final de año se volvería a explotar una de las minas de
Gilico, la conocida como Corta-María, que está anegada por un volumen inmenso
de agua, se calculan 3000000 de metros cúbicos, desde hace más de tres décadas,
en cuyo fondo pudieran depositarse cantidades ingentes de metales pesados que,
de ser removidos por esta nueva aventura del capital, el peligro de afección se
convertiría en un potencial de enfermedad y muerte para el medio y para los
seres humanos que lo poblamos cuyas consecuencias son imprevisibles.
Santos López Giménez