domingo, 30 de septiembre de 2018

Mira para otro lado

                Resulta que somos uno de los países que más armas fabrican y venden. Que existe una población activa cuyo día a día depende de la mencionada fabricación y venta. Que hay detrás toda una asquerosa historia que se hunde en lo más profundo de nuestra candidez, según la cual, son muchas décadas ocupando ese deshonroso lugar, liderando la promoción del dolor y el drama ajenos. Sin embargo, este asunto no preocupa a la ciudadanía española, aquella de banderitas en balcones, la del odio inmisericorde y perpetuo contra determinadas regiones de España por ser mayoría sus habitantes con aspiraciones independentistas; y si lo hace, si a nuestra conciudadanía llegase a preocuparle saber que contribuimos, como país, a ese terrible drama humano, prevalecen, sobremanera, la preocupación por la obtención de títulos universitarios bajo mantos de trapicheo mafioso, en los que determinada clase política ha labrado sus relucientes curriculum, esos con los que han trepado en permanentes viajes a ninguna parte.
              Parece evidente que las teorías conspiranóicas no son sino artilugios mentales que algunas/os utilizamos como herramienta base, e inservible, para explicar lo inexplicable: la irracionalidad a tiempo completo de nuestro país, de sus habitantes, de los seres humanos que lo poblamos.Y claro, precisamos articular teorías que, mínimamente, nos hagan salir a la calle con una pizca de esperanza. Como quiera que, inexorablemente, dichas conspiranóicas teorías se caen por su peso, hemos de asumir y aceptar que vivimos en un fango humano irrespirable y sin futuro.
             Al final, sería demencial dar la razón a quienes propugnan el individualismo como modo de sobrevivir a esta infame existencia que la Humanidad forjó a lo largo de la Historia. Pero no queda otra, al menos, no queda otra, desde la perspectiva social que habría de articular los proyectos de futuro en los que el ser humano, aquel que no ves, aquel que vive lejos de ti, que sabes que sufre, pero que su sufrimiento te es indiferente, en tanto en cuanto alguien te dijo, y tú asumiste a pies juntillas, que existían grados de solidaridad según los cuales tu preocupación por lejanos países estaba exenta de responsabilidad de tus denodados empeños por tratar de aliviar el sufrimiento humano. Pues bien, a ese ser humano, no lo veas como a un igual, no lo es, lo sabes bien, y de ahí que tu confianza la dirijas hacia la mugre humana a la que tuviste a bien otorgar los designios de tu futuro, esa mugre, carece de conciencia social local, menos aún, planetaria.

Santos López Giménez