sábado, 6 de marzo de 2010

Laicismo constitucional

Cuando hace más de una década a mi hijo mayor lo escolarizamos, le tocó en suerte un colegio público cuyo Consejo Escolar tenía a bien mantener en su Proyecto Educativo de Centro, como una de sus señas de identidad, ser un colegio confesional católico. Aquella circunstancia me llevó a elevar una denuncia ante el Defensor del Pueblo. Pasado un tiempo prudencial, desde la Oficina del Defensor del Pueblo, me hicieron llegar una carta, según la cual, el Consejo Escolar del Centro, a través de su Dirección, había sido conminado a modificar ese punto de su Proyecto Educativo.
Con el transcurrir de los años, tratando pasar de puntillas respecto de estos asuntos, siempre con la esperanza de que el devenir del tiempo se encargaría de desterrar estos malos hábitos, herencia de un pasado confesional nacional-católico, y de que la laicidad de nuestro país, contemplada en nuestra Constitución, fuese asumida por los poderes fácticos, supuesto fue ratificada por el pueblo, se encuentra uno con desagradables situaciones que le conducen a no bajar la guardia frente al irrespetuoso despotismo ejercido desde chantajistas posiciones.
La premura, puesto que se trata de una actividad que se llevará a cabo el próximo día 9, martes, me llevan a confeccionar el escrito que ahora me ocupa. Desearía estar equivocado y dedicar una nueva entrada para pedir perdón por publicarla. Lo cierto es que, para el mencionado día, el Colegio de mi hija, ha programado una excursión a Caravaca, cuyo diseño viene reflejado en la hoja que nos ha llegado a casa, en la cual se especifica: un recorrido a través de la Vía Verde, visita a museos caravaqueños, al castillo y a las Fuentes del Marqués. No menciona nada relacionado con el año jubilar que se desarrolla en Caravaca. Pero hete aquí que, ayer, me informaron que la visita incluirá el hecho de que las niñas/os ganarán (creo que se dice así) el jubileo. De ser así, nos encontraríamos ante una nada baladí circunstancia: se nos estaría privando de esa información a madres y padres, y, por otro lado, la propia actividad iría contra el principio de laicismo del que goza nuestro país, y, por ende, la Escuela Pública. Insisto, deseo estar equivocado, deseo dar un virtual tirón de orejas a la persona que me ha informado, deseo verme obligado a volver a este espacio para pedir perdón por mi osadía de adelantarme a un acontecimiento falso, deseo tener fe en el futuro de un país plural alejado de toda confesión religiosa, donde cada cual, libremente, lleve a cabo todos y cada uno de los rituales que formen parte de su religión. Desde ese deseo, espero que mi hija pueda asistir a una excursión, la cual, le había hecho especial ilusión.

Santos López Giménez