sábado, 4 de marzo de 2023

El lince, indicador biológico

 Vivimos tiempos en los que cualquiera, una vez subido al carro de la popularidad, que no del poder con conocimiento, puede, hace y dice lo que le place, sin despeinarse.

Esta semana, en una de esas informaciones que te sonrojan, al tiempo que te sacan una carcajada, leía uno la noticia, y lo que es peor, veía uno la imagen, de aquel que se hace llamar Fernando López Miras, según la cual, el buen hombre, había dado suelta a tres linces en una finca próxima a Lorca. En sí misma, la noticia, no tendría más recorrido que el propio de un acto, de aquellos que tanto gustan a algún que otro político, a alguna que otra política, en el que se regodean con la imagen: no son nadie si no posturean sus miserias llevando a la prensa como notaria de sus cutres puestas en escena.

En todo caso, de esto que ahora relato, son las declaraciones del pipiolo las que colman cualquier posibilidad de que esa infame noticia tuviese visos de darla por buena. Dijo, el incauto individuo, transcribo literalmente su frase: “es un trabajo para dejar un legado ambiental a las próximas generaciones mejor que el que nos encontramos nosotros”.

Mi querida lectora, mi querido lector, lee otra vez la frase anterior, analiza con cierta inquietud científica, saca la conclusión que tu intelecto sea capaz de articular tras dicho análisis. Veamos, hagamos juntos el ejercicio. Pero, sugiero, tomemos dos perspectivas, la una, sin más consideraciones que las propias derivadas del contenido de su declaración, es decir, ¿si reintroducimos al lince ibérico, garantizamos la mejora del legado ambiental?; en buena lógica, así habría de ser, pero, no por el lince, como tampoco lo es por aquellas otras especies que han ido siendo reintroducidas en diferentes ubicaciones y ecosistemas, sino, y es lo realmente importante, porque, si el memorándum  conducente a dicha reintroducción ha seguido el método científico, lo lógico será que todos y cada uno de los factores que han de acompañar a dicha reintroducción sean favorables a la misma. Hasta el punto de que, método científico en mano, en ese proceso, mientras las condiciones no sean las más favorables, no se lleva a cabo la reintroducción anunciada.

Bueno, más o menos, creo que nos vamos entendiendo. No parece difícil hacerlo: si he de reintroducir a una determinada especie, en un lugar en el cual hace mucho tiempo que dejó de existir, las condiciones ecológicas han de ser lo más fieles posibles a aquellas que le permitieron vivir y desenvolverse en su día.

Pero, no perdamos de vista la frase del ínclito Fernando, sin ella, nuestro análisis quedaría cojo. El muchacho, no debe tener muy claro qué espacios, y qué utilidades tienen, aquellos que darán cobijo o, en su caso, serán limítrofes con los que se ha decidido conformarán el hábitat del reintroducido lince. Bueno, para eso estamos, para recordárselo: dichos espacios, están siendo ocupados, desde hace años, y la ocupación in crescendo sigue su curso, por múltiples macrogranjas cuya repercusión medioambiental es una enorme y fatídica bomba de relojería que, con el tiempo, no hará sino minar, hasta su mínima expresión, cualesquiera parámetros medioambientales. 

Y es ahora cuando entra en escena la segunda lectura del anunciado enunciado. Y lo hace desde una sencilla comparativa, que se solapa en el tiempo con este asunto. Días pasados, la televisión local de Bailén entrevistaba a Francisco Valle Tendero, Catedrático de Botánica de la Universidad de Granada, de quien tuve el honor de ser alumno suyo, y lo hacía para hablar de un infame proyecto de instalación de una macrogranja en el entorno de la mencionada población. Durante la entrevista, Paco Valle, desmenuzaba el estudio pormenorizado que él, y un grupo de colegas suyos, en su mayoría, de la Universidad de Granada, habían llevado a cabo para desmontar cualesquiera razones a favor, que dicho proyecto hubiera de albergar. Entre otras, y no la más importante, hablaba Paco de la incidencia, el impacto, que sobre el lince, dicha instalación tendría; por supuesto, muy negativa.

Pues bien, poco más de una semana después, y hablamos de un periodo incrustado en los últimos veinte días, el pleno del Ayuntamiento de Bailén, debatía, y votaba en contra de dicha instalación.

Expuesto el motivo de la comparativa citada, hagamos un último análisis, mi querida lectora, mi querido lector. En un caso, con las fuentes contaminantes en marcha, representadas por las macrogranjas en funcionamiento del campo de Lorca, el personaje, a la sazón, presidente de la Región de Murcia, se permite sacar pecho porque, según él, soltar linces en ese espacio, es asegurar el futuro medioambiental de nuestros hijos. En el segundo, donde el lince hace años que recuperó un hábitat que le era muy propicio y que, por tanto, en sí mismo, aseguraba el futuro medioambiental de las gentes de Bailén, para dar continuidad a dicho hábitat, para seguir garantizando el futuro de este espacio natural, sus representantes políticos, reunidas, reunidos, en pleno municipal, anulaban toda posibilidad de que sea agredido mediante esas aberrantes instalaciones que representan las macrogranjas.

Permíteme, querida lectora, permíteme, querido lector: concluyo que, ni por ideología, ni lugar de procedencia geográfica, sencillamente, como seres humanos, no, no todas son iguales, no todos son iguales. Olvida el mantra, ese que te han inculcado durante décadas, el que sueles aplicar a los políticos, a las políticas, porque te lo ha dicho el vecino, tu prima, o Rita la cantaora.


Santos López Giménez 


                    






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