miércoles, 6 de noviembre de 2019

La broma, hace tiempo que tocó fondo, no debemos dejar pasar ni una.

Imagino que, cada cual, habrá tenido su punto de inflexión al respecto. El mío, nunca lo olvidaré, en apariencia, una anécdota carente de la más mínima importancia, sin embargo, ha calado muy hondo en mi alma. Tanto que, aún imaginando que pudiera uno exagerar, he llegado a plantearme aquello del abandono, sutil, pero abandono al fin, de la cercanía de personas que se dejan llevar, sin utilizar la inteligencia y un mínimo de raciocinio, ante propuestas sociales del todo antidemocráticas, machistas, homófobas, misóginas, xenófobas, racistas, totalitarias, y con una carga implícita de violencia que asustan, claro que asustan.

El problema, ante semejante panorama, hay quien lo atribuye al grupo humano innombrable, destinatario de las simpatías de personas como las descritas; no diría uno tanto, ni siquiera un asomo de ello, qué va, esos personajes siempre han existido, su fuerza no existe, se la proporcionan aquellas personas incapaces de sopesar sus impulsos violentos más viscerales, canalizando sus anhelos sociales de modo tan absolutamente irracional.

Concretando el cómo y el cuándo se produjo ese punto de inflexión, al que me referí al principio, vayamos al año 2018, muy reciente, reunión de amigos y amigas: comida, risas, chascarrillos por doquier, pero, de pronto, como quien atrae a un mago, a un poeta, a alguien que fuera a hacer algo extraordinario, propio del momento, indicado para una sobremesa entre amigos, les veo venir sonrientes, el brazo del uno sobre el hombro del otro, acercándose al grupo que charlaba sin mas pretensión que la de pasar esa agradable y anual reunión; nos conocemos perfectamente, aún así, uno de ellos hace una suerte de presentación, al modo del solemne instante que, según sus palabras, será memorable. Tanto que lo fue: el presentado, tranquilo, pausado, más pausado que nunca, ya que su carácter no es precisamente el de la mesura y la tranquilidad personificadas, comienza a exponer con todo detalle, sorprendiendo a propios y extrañas esa relajada manera de hacer, y va desgranando, una a una, las que, para él, constituían las claves del por qué del advenimiento de un grupo fascista a la política española, al que se le aventuraban unos resultados insospechados no hace mucho tiempo. No daba uno crédito a tanto gesto de asentimiento y parabienes, llevándolo en volandas, entre vítores y aplausos, medio en broma medio en serio, sin embargo, a mí, se me congeló la sonrisa, se me encogió el alma.

Esta es la realidad, están ahí, codo con codo, alguna vez creímos que eran amigos, probablemente lo fueron, seguramente lo siguen siendo, pero, cuando lo que se cuestiona son asuntos de un calado humano tan profundo, cuando lo que está en riesgo es el sufrimiento y el devenir de todo un pueblo, de grupos humanos con significaciones especiales, cuando el odio es la base de un supuesto proyecto político de espectro relativamente amplio en nuestra sociedad, no, no asumo aquello de que todas las ideas son respetables, jamás podrá serlo aquella idea y/o propuesta que vaya contra la dignidad y la libertad de seres humanos concretos. 

Es espeluznante pensar que hayan quienes apelan a su condición, dicen ellos, de constitucionalistas, y, en comandita, gobiernen con un grupo inconstitucional: antidemocrático, xenófobo, racista, misógino y homófobo. Y lo que es peor, aquello que más daño hace, una vez que el germen ha fructificado, es la utilización de la mentira permanente, para ir dejando constancia de sus vomitivas propuestas. Y es lo que más daño hace, porque, de modo implícito, a su condición de seguidor de un grupo violento y antidemocrático, quienes así obran, no son precisamente personas que gusten de la lectura, de contrastar, analizar y buscar en datos bibliográficos, periodísticos, ni de ninguna otra índole.

Al grupo innombrable, se le puede y debe hacer el vacío, pero, con personas tales que las descritas, que alguna vez creímos formaban parte de nuestro corazón, con ellas, qué hacemos. Es posible que, si en algo queremos ayudar a nuestra sociedad, dejar de considerarlos como tales amigos, no sea lo más práctico y operativo, pero, desde luego, la broma hace tiempo que tocó fondo, no debemos dejar pasar ni una.

1 comentario:

Chiquichoria dijo...

Yo últimamente también me he sentido así. Amigos de la infancia más o menos moderados con los que se podía hablar, amistosamente y donde el "radical" (de izquierdas era yo, aunque comprendiendo las posturas de los demás, he sentido como de repente han virado hacia la extrema derecha, y ahora es como tener un diálogo de sordos que roza el odio.
Antes, desde mi postura me era mas fácil acercarme y dialogar con cualquiera. Ahora no. Incluso con las posturas cercanas. Estamos en una situación pre- bélica socialmente. (Dará igual el tema (Cataluña, podemos, la inmigración etc). Se està creando unas condiciones para que en cuanto prenda la chispa, nos tiremos los unos a los otros a la yugular. ¿Como relajar la tensión que nos invade socialmente?
Un saludo