viernes, 18 de junio de 2010

Saramago

Saramago se extingue en Lanzarote

El texto que os dejo, lo escribí tres años atrás. Por segunda vez, teníamos ocasión de estar cerca de José Saramago. La primera fue unos años antes en la Feria del Libro de Madrid, daba una conferencia y no perdimos la oportunidad de escucharle, de deleitarnos con su verbo fácil, de tomar unas briznas de su sentido común.
Si tenéis dificultad para leer el texto, os dejo el enlace que os facilitará su lectura:
http://docs.google.com/View?docID=0ARIGiD4bTnVQZGc0cG03amhfODEyZDY3eGoyYzM&revision=_latest



Pd: Permitidme, unas horas después de haber hecho esta entrada, dejaos el texto que aparece en "La arboleda perdida", ya que apenas puede leerse, ni tan siquiera en el enlace, y es tan bonito que merece la pena transcribirlo:

Muchos años después, cuando mi abuelo ya se había ido de este mundo y yo era un hombre hecho, llegué a comprender que mi abuela, también ella, creía en los sueños. Otra cosa no podía significar el que, estando sentada una noche, ante la puerta de su pobre casa, donde entonces vivía sola, mirando las estrellas mayores y menores de encima de su cabeza, hubiese dicho estas palabras “El mundo es tan bonito y yo tengo tanta pena de morir”. No dijo miedo a morir, dijo pena de morir, como si la vida de pesadilla y continuo trabajo que había sido la suya, en aquel momento casi final, estuviese recibiendo la gracia de una suprema y ultima despedida, el consuelo de la belleza revelada. Estaba sentada a la puerta de una casa, como no creo que haya habido alguna otra en el mundo, porque en ella vivió gente capaz de dormir con cerdos como si fuesen sus propios hijos, gente que tenía pena de irse de la vida sólo porque el mundo era bonito, gente, y ese fue mi abuelo Jerónimo, pastor y contador de historias que, al presentir que la muerte venía a buscarlo, se despidió de los árboles de su huerto uno por uno, abrazándolos y llorando porque sabía que no los volvería a ver.

José Saramago

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